viernes, 12 de agosto de 2011

realidad, circunstancia y mente

A raiz de una conversación con Verónica sobre la mente le planteé alguna de mis humildes opiniones sobre el tema del conocimiento,y ella me pidió que las escribiera. Si algun autor ha planteado alguna teoría similar a esta, amparado yo en el desconocimiento de ello, le pido las mas sinceras disculpas dando a entender con ello que no deseo apropiarme de sus avances argumentativos. Espero que no os aburrais mucho los pocos que leyais esto.

¿Como se relaciona la mente con la realidad?

La mente se relaciona con la realidad a traves de la circunstancia. Podriamos plantear cómo es un hecho en si fuera de nuestra perspectiva, pero, ante las distintas opciones que poseemos para relacionarnos con la realidad, la circunstancia individual delimita estas a las concordes consigo misma. Asi, la perspectiva en la cual entendemos los hechos en si, viene delimitada por la circunstancia individual que enmarca el hecho.

 Las simples diferencias en gustos artisticos podrían servir de ejemplo. El objeto de arte(simil de la realidad) es interpretado por cada individuo de una forma distinta y peculiar. Fuera de valoraciones objetivizables acerca de los cannones del arte, podriamos concluir dentro de un escepticismo moderado, que: La aprehensión subjetiva que nos produzca el objeto de arte sera la base de nuestra opinión consciente de él. Ahora bien, ¿Como se interrelacionan los distintos esquemas conceptuales o estados de conciencia de nuestra psique con el medio?¿Que mecanismos producen los cambios en los estados de conciencia? primero deberiamos delimitar los estados de conciencia y encontrar algun punto de partida.

Como principio adoptaremos la distinción en psicología clasica entre subsconciente, inconsciente y conciencia.
La conciencia es un paralelismo con un comportamiento dependientemente social y de acuerdo con las normas preestablecidas socialmente. Se puede considerar como un comportamiento estandar que nos permite relacionarnos con nuestro medio social. Las premisas del comportamiento de la conciencia no son de indole reproductiva, ni defensiva, sino que son más premisas de indole social. La busqueda de aprobación, los efectos moda, el pensamiento universal, son comportamientos socialmente aceptables y estos estan regidos por la conciencia.

El inconsciente es una naturaleza innata cuya principal premisa es la memoria mimética o memoria fisica. El inconsciente se podría considerar, suponiendo que exista algun orden cronológico, como una primera inteligencia, nacida de la repetición de los actos que permitián perpetuar a la especie. Se podría decir que las acciones del inconsciente no plantean discusión interna, ni se basan en cuestiones sociales, sino que plantean directamente la supervivencia del individuo. El inconsciente es un modo de emergencia al que recurre la psique cuando ve la supervivencia del individuo en peligro. En el inconsciente se encuentran los comportamientos instintivos aprehendidos por el individuo fisicamente. El aprendizaje de los primeros lenguajes, fisicos y sonoros, el aprendizaje de los comportamientos alimenticios y de las reacciones ante situaciones hostiles, son aprendizajes que realizamos de forma inconsciente con la simple relación con el biosistema en el que el individuo se encuentre.

Un pequeño inciso acerca de la desnaturalización del individuo y las enfermedades psicologicas como la histeria. Si el individuo esta tan desnaturalizado en relación con su medio o se encuentra en una situación completamente ajena al conocimiento adquirido por su experiencia vital, el inconsciente puede llegar a una situación de bloqueo en la cual su función como defensor del individuo se vea completamente mermada. Las reacciones traumaticas o histericas son derivadas de una completa falta de interrelación entre el hecho de la realidad y la circunstancia en la que el individuo la sufre, y esto muchas veces se debe a la desnaturalización con la cual el individuo vive en su medio social.

Finalmente, el subconsciente aparece en un sentido positivo y en un sentido negativo.En el sentido negativo se puede considerar como negación de la conciencia. Comportamiento defensivo ante circunstancias sociales negativas para el individuo. Actos reflejos e involuntarios o al menos no conscientes, que liberan a la mente durante unos instantes de la tensión consciente que esta sufriendo el individuo. Comportamientos compulsivos basados en traumas individuales derivados de las relaciones sociales, serian consecuencia directa del subsconciente. Toda una serie de actos automatizados, que suelen comportarse como un mecanismo de defensa que la conciencia se crea.
En el sentido positivo de la explicación del subsconciente encontramos que es la inteligencia emotiva  que sin depender de una conceptografia y una logica sistematica permite al individuo vivir momentos de extasis, de comprehensión; rige los acontecimientos de nuestra mente mientras dormimos.
Se podría plantear el subsconciente como el estado de consciencia al que recurre la psique cuando la ontología o la conceptografia de la consciencia no puede abarcar la información que esta recibiendo.
El miedo en la oscuridad es un buen ejemplo de como el subsconciente responde ante la falta de información de la psique. El estado de consciencia cambia, la imaginación empieza a hipotetizar posibles circunstancias en las que se puede encontrar el individuo, ante el desconcierto de la conciencia que no tiene información para contrastar. En este tipo de situaciones nuestras reacciones no se corresponden con ninguna lógica, sino que vendran causadas por la naturaleza de nuestro subsconciente.
En situaciones limite esta variación del estado de conciencia nos puede llevar hasta el inconsciente, donde la psique busca comportamientos aprehendidos fisicamente para asegurar la supervivencia del individuo. Si la psique no encuentra ninguna solución puede llegar a un colapso, ejemplo de ello son los ataques de histeria, algunos desmayos y otros comportamientos inconscientes que no se derivan de la memoria de supervivencia del individuo.
Asi que, podriamos decir que tenemos una mente con distintos estados de conciencia. Pero, al fin y al cabo ¿Que mueve a los distintos estados de conciencia a dominar la acción de la mente?
Podriamos plantearnos a la circunstancia como motivador de los distintos estados de conciencia. Es decir, segun la circunstancia en la cual nos encontremos, segun el hecho de la realidad nos comportaremos segun un estado de conciencia u otro. Por muy tranquilo que pueda resultar un atardecer, tambien puede ser aterrador.
 Imaginemos que los hechos de la realidad son un agujero cuya forma va variando. De una forma obloide pasa a ser triangular o cuadrangular, estos cambios de estado son la circunstancia. De acuerdo con esos cambios, nuestra mente varía su forma( su estado de conciencia)para asi adecuarse a la circunstancia de la realidad.
Ante un fuerte golpe con un derrame, si ese derrame se hace visible o no, marca una gran diferencia en nuestra reacción ante el hecho, a pesar de que el hecho en si sea el mismo, la circunstancia del individuo cambia completamente. Por eso, el individuo reaccionara de forma distinta de acuerdo con la circunstancia en la cual la psique reciba el hecho. Si la circunstancia es una pierna sangrando ostensiblemente, el individuo puede llegar incluso a colapsarse y desmayarse, en cambio, si la información no llega completa(bajo una circunstancia distinta, como podría ser con un disfraz gigante que no deja ver la pierna)el individuo podría continuar sin prestar atención a las señales que su cuerpo le envía.
Podriamos plantearnos que la circunstancia que interrelaciona la realidad con el individuo es la naturaleza que despierta las acciones de los distintos estados de conciencia. La circunstancia, es la causa del estado de conciencia, en el cual, la psique se encuentra con el hecho en si.

 21-11-2010/05-01-2011

lunes, 10 de mayo de 2010

TEMORES (poema editado en "Ciudad Poética" junio 2008 a cargo de asociación cultural ciudad poética)


Cuando el alba aclara a la noche
Siento miedo de este hospital
En el que enfermos y sonámbulos,
Paseamos drogados por la norma
Sin levantar la vista por el canto
Ni por el vuelo sosegado.
Tengo miedo a estar enfermo
De la enfermedad
Que nos han jurado que padecemos,
Y despertarme sin pensar
Necesitando sus drogas
Para seguir muriendo en paz.
Tengo miedo a estar solo
Y que esa soledad arda en mi alma
volviéndome tan cuerdo
Como para vender mis sueños
Por alguna pareja no amada.
Y esa multitud informe
De hermanos o chacales;
Temo a su veredicto implacable
Y a que a mis hadas devoren.

lunes, 3 de mayo de 2010

Antiguos dioses

Pan ha muerto y fue Apolo quien lo hizo. Las cuencas vacías de las Parcas miraron
ensimismadas como el hilo negro del sátiro danzante caía en el vacío de la
inexistencia. Junto a él uno a uno todos los hilos de los antiguos dioses fueron
cortados con el mismo trazo de las tijeras. Entrelazados los destinos, lo que se rompe
no se puede remendar. Todos los dioses se congelaron como estatuas de sal y en un
instante pasaron a ser pasto de la historia.
Las Parcas, tríada perenne de la existencia, cesaron su trabajo y recapacitaron acerca
de lo hecho. Desde Zeus hasta Hades, incluidos todos los héroes del Olimpo, habían
muerto. Vieron como el hilo de Caronte continuaba intacto en el centro del ovillo a
pesar de que las tijeras habían recorrido su entrelazo. La triada respiro tranquila.
También vieron como Apolo seguía vivo, aunque él no lo supiera. Reencarnado en un
niño judío, aun le esperaba la inmortalidad como castigo por su sacrilegio.
Y los montes se alzaron para engullir a las nuevas almas, incluso Hades al morir tuvo
que subir a la tierra para emprender el camino de la muerte hasta su propia tierra. Las
lagrimas del combatiente vencido sin batalla hirieron la tierra dando lugar a nuevos
volcanes.
Y los montes reverenciaron la llegada de los dioses que los esculpieron. Los vientos
silbaron rasgando las piedras para enseñar a las ancianas montañas que todo pasa y
nada queda, y los dioses moribundos continuaron caminando lamentando su perdida.
Mientras, en el mundo mortal, se había erigido un nuevo dios que los albergaba a
todos en su seno, sufriente, torturado, portador de un castigo eterno, que comenzaba a
moldear al mundo a imagen de sus vicios y costumbres. El mundo fue dividido en
sacrílegos y bienaventurados y todos los herederos de Pan fueron atacados. El
misticismo y la sabiduría de la naturaleza fueron violados y masacrados, mientras la
música y la danza se convirtieron en arma del nuevo poder. Apolo intentaba abarcar
desde los reinos hiperbóreos donde descansaba su flecha hasta donde su certero
disparo pudiese llegar. La Flecha de Apolo no conoce descanso en su camino,
conquista, avasalla, domina, tortura y vence a todos los débiles que encuentra a su
paso.
En el Hades todos ríen, ya no sufren por el mundo humano porque ya no lo conocen,
porque ya lo han olvidado. Lo único que recuerdan es a Apolo y a su desgracia. Eso
si lo conocen bien, oyen a lo lejos sus gritos en la soledad, clavado a unos maderos
eternamente sufriendo.
Caronte regresa después de haber abandonado a Zeus en la otra orilla, su existencia se
extiende a pesar de que ya nadie le volverá a traer dos óbolos para pagar el viaje. El
mismo estigia se entristece en el momento en que los muertos llegan en manadas
hasta su oleaje, nunca podrán salir de él. Caronte regresa a la orilla mientras se
lamenta por la marea de almas que se precipitan dentro del mar de llamas, creen en
un infierno y aquí lo encuentran.
La túnica de Caronte empieza a oscurecer se y el mundo allá arriba ya no cree en
nada. La ciencia ha destripado la sabiduría, la naturaleza, la imaginación. El mundo
es tan solo un mercado de valores y apenas seis años dura la ingenuidad en los
infantes. Una sonrisa parece brillar bajo la túnica del barquero del Estigia, al fin
parece que aquel ciclo tenebroso que empezó con la muerte de un sátiro, empieza a
acabar se. Pues bien sabe el humo que algún día volverá a arder

jueves, 29 de abril de 2010

Diario de Abordo (final)

El diario de H.


-ocho y cinco("buenos días, soy Carlos Gimeno, voy a substituir unos días a la
profesora María Teresa. Estará unos días hospitalizada, tuvo un pequeño problema
respiratorio")no hospitalizan a nadie varios días por un pequeño problema
respiratorio.
-doce cincuenta("¿Como que te encuentras mal? seguro que hoy tenías un examen
y me estas mintiendo para escaquearte. Estas pálida la verdad, me extraña que quieras
ir al hospital, pero espero por tu bien que realmente tengas apendicitis. Odio coger el
coche a estas horas por Madrid")temed al amor, incluso el maternal puede llegar a ser
pavoroso,
-trece veinticinco("¿Y ahora que quieres que te diga? me engañas, me sacas del
trabajo, me haces venir al hospital con el alma en un puño por si la enana tiene el
estomago del reves y encima ni me puedo quejar porque ha sido para visitar a una
profesora que le dio un infarto")claro, visitar la profesora. No es por dejar mañana en
ridículo al sustituto de química, bueno debería estar contenta de tener una hija tan
altruista.
-quince y quince... tengo que escribir tranquilamente lo que acaba de pasar. Si es
verdad lo que dice la de química y no es que se merece una butaca en el psiquiátrico,
no entiendo nada de todo esto. No parecía estar loca, tengo que leer lo de esa carpeta
y tengo que enseñarle las crónicas de Llophalath.
No se si prefiero que este ella loca o que me vuelva a mi.
-diecinueve y treinta... el sudor me empapa por completo la camiseta y los
ultimos coleteos de los recuerdos del sueño se desvanecen en estas lineas. Kir-hom
me perseguía y yo la alejaba de La Ciudad convertida en agua en punto de ebullición
recorría los corrientes de los canales. Fui hasta el laberinto alado. Kir-hom como un
vaho húmedo y gélido me perseguía por encima de los canales, al llegar a la orilla se
detuvo en seco. Se transformó y a pesar de que había visto miles de sus
metamorfosis, esta me aterró. Me deslizaba entre las raíces de los prados y ella
caminaba tranquila esperando a que saliera.
Ahora recuerdo mirar hacía arriba y reconocer mi cuerpo de la vigilia donde debía
estar la nada que todo lo devora.
LAS CRONICAS DE LLOPHALATH
Desperté de nuevo, mis pies sangraban sobre las púas que formaban el monte.
Algunos pétalos de rosa negra aun se desprendían de mi piel como si fueran gotas de
un lago. En mitad del lago la mujer que me había acompañado durante toda mi
inconsciencia, la misma a la que salve en mitad de las tabernas, la misma que
recuerdo del mundo lejano, nadaba plácida como adormecida por el opio. Intente
regresar a por ella, pero ella misma me alejaba del centro del lago tirándome olas de
pétalos.
Al final, después de miles de intentos comencé a descender. A cada paso que
daba, los pinchos atravesaban mi piel, las plantas de mis pies sangraban y con cada
gota de sangre un recuerdo renacía. El dolor del recuerdo y de la pisada desaparecían
cada vez que alzaba un pie, al instante siguiente un nuevo recuerdo, un nuevo dolor y
una nueva gota de sangre me devolvían mi consciencia.
Al llegar a las arenas rocosas que rodean el monte del lago de la rosa negra,
comprendí que acababa de comenzar mi camino y que debía encontrar a Kir-hom.
A mis espaldas estaba toda mi transformación y mi vida anterior en la aldea de la
ladera. En el fondo de mi alma, mientras trotaba por las llanuras desérticas
transformado en lobo de sombras, sabía que quedaba algo más que no conseguía
recordar. Algo que formaba parte de mi, algo que acompañaba mi respiración desde
otra parte de la existencia.
La noche cae, el desierto rojo amanece ante mis fauces y agotado por el viaje
caigo derrotado sobre la arena. Los recuerdos siguen atronando mi mente y ni tan
solo mi respiración se guarece en mi pecho. Tras varias vueltas mi lomo cae seco
sobre la punta de una duna un segundo antes de que esta se desmorone transformando
su manso oleaje en un huracán movedizo de arena carmesí.
Envuelto en la ira por el olvido, sabiendo que algo debía y no lo recordaba. Me
encontraba enjaulado en la arena al igual como mi mente se encontraba enjaulada en
la vuelta a la consciencia.
Debieron pasar días antes de que mi ira se calmase y comencé a recordar los
trucos de la consciencia. Toda la arena de mi alrededor era parte de mi consciencia y
por lo tanto de mi realidad, así que imite con mi estructura a la suya y me transforme
en fina arena carmesí. Aun mantenía la cantidad y las magnitudes de mi esencia
aunque hubiera cambiado la forma de su materia y por lo tanto su contenido.
Recordar que todo es, al fin y al cabo, la misma energía en una forma peculiar, me
ayudo para aceptar mi nuevo estado y buscar algún modo de moverme.
Fui deslizando mi arena pausadamente, hundiéndome hacia las cavernas que
descansan en las entrañas del desierto. En mi mente sentía las ondulaciones que los
sonidos creaban. Llegaban desde muy lejos y desde mi mismo. Cada materia emitía
un sonido y la unión de todos formaba la vibración de la existencia. Esa vibración era
la que me permitía moverme a mis anchas entre las mareas de arena del desierto,
finalmente me desgrane en una de las cavernas laberínticas de las entrañas de La
Ciudad.
Allí estaba Caronte esperándome, sentado sobre su barca y esta amarrada a un
lado del canal que cruzaba la caverna.
Ante la esencia más antigua que conocía no supe bien que decir, debía ir a algún
sitio pero no sabía a donde ni el porque. Así que empezamos a conversar.
Me contó que había estado signándome desde que me enfrenté con Kir-hom
("noté como te desvanecías, tu consciencia aun no estaba completa y estuviste a
punto de alimentar tu nada con tu esencia"). Navegábamos lentamente por el canal,
dejando que el curso del agua nos meciese. El humo de la pipa salía de debajo de la
capucha y sus palabras iban apareciendo lentamente en mi cabeza. Una vez ya
recuperados los recuerdos y con ellos completada la consciencia como individuo, tan
solo debía alimentarme debidamente de mi nada.
No entendía bien, pero una imagen cíclica y circular se presentaba en mi mente
mientras escuchaba las palabras. Al principio la imagen era un laberinto de energías
de distintos colores que como si fueran cometas se les iba apagando la cola mientras
se movían. Al mismo tiempo la cabeza del cometa perseguía la cola de cualquier otro
color alimentándose de esta mientras la apagaba. Cada instante que pasa te consumes,
y tu nada se alimenta de ello. Aliméntate tu de ella para mantener el ciclo
eternamente, así tu consciencia no necesitara separarse de tus recuerdos para formar
parte del principio de nuevo. Mientras iba oyendo su discurso, en mi mente una de las
luces se convirtió en un bebe y otra en la sombra del bebe. Esta era diminuta al lado
del cuerpo del recién nacido y este empezó a desarrollarse. A cada instante que el
bebe iba envejeciendo se iba haciendo más pequeño, sus facciones cambiaban, el pelo
nacía con la pubertad y la sombra había crecido de tamaño aun si ser tan grande como
el individuo. El tiempo pasaba y cada vez el cuerpo menguaba más y más deprisa. La
sombra en cambio cubría todo su cuerpo, desprendiéndose de chirridos y muecas que
nadie dudaría de que eran el miedo. Al final el cuerpo se convirtió en un punto de luz
en el centro de toda la sombra. La sombra fue siendo consumida lentamente hasta que
se volvió infinitamente pequeña al lado del punto de luz, que volvía a tener forma de
bebe, a pesar de que el bebe era distinto de la primera vez.
Entonces empecé a comprender y abriendo los labios por primera vez en años de
viaje que llevábamos con esta conversación, le pedí a Caronte que me llevara cerca
de Kir-hom.
Se que una sonrisa se dibujo entre el humo que se escondía en la capucha, se puso
de pie en el centro de la barca y comenzó a decir unas palabras mientras alzaba la
vara hacía el techo de la caverna. Los vientos empezaron a gritar a nuestro alrededor,
toda la realidad giraba más allá de la barca y un pasillo se abrió ante nosotros, por el
cual fuimos hasta las montañas aladas.
Los lomos de los grandes delfines tapaban el brillo cegador del techo de la
caverna. Bajo su vuelo un archipiélago de islotes flotantes rodaban lentamente. En
todos los lugares de La Ciudad se las conocía como las montañas aladas. La
naturaleza exuberante de aquellas islas era un gozo temible, muy pocos seres se
aventuraban a deslizarse cerca de ellas. Siempre ha habido quien dijese que eran las
defensas de los delfines para que nadie los molestase, y aunque nada en su naturaleza
fuese intrínsecamente peligroso, a partir de ciertas altura ninguna ley u orden se
escuchan claramente. Cualquier niño que haya crecido rodeado de cuentos, sabrá lo
peligroso que es aventurarse hasta allí.
Un par de pasos vacilantes en la espesa niebla y todos los pelos de su cuerpo se
erizaron. Hacia ya tiempo que había abandonado la forma humana aunque su cuerpo
recordaba vagamente a un neanderthal con hocico, no muy alto, encorvado, los dedos
que culminaban sus largas extremidades casi podían rasgar el suelo. En un instante su
lomo tenso acompaña el movimiento de cuatro patas saltando hacía un lado. Las
garras se hincan en el suelo, mientras la vista intenta atrapar por un instante el
electrizante huracán de calor que le ha rozado la frente. Un crujir suena en su espalda
mientras en una décima de segundo su piel se agrieta y deja escapar una infinidad de
haces de luz que se estiran y convulsionan mientras las cuatro patas continúan la
carrera. Apenas habían pasado dos segundos, su frente sangraba y aun no había tenido
tiempo de desperezar las alas ni de distinguir a su enemigo. Entonces oyó el latir,
distinto y alejado de un enemigo a su espalda, pero en frente suyo alejado y en
dirección opuesta veía a quien le había atacado. Sus patas traseras se hincaron en el
suelo para dar impulso al vuelo,la tensión de los haces despegó y chocó de nuevo
contra el suelo. Un nuevo viento huracanado lo repelió en su intento de huida. Notaba
el chirriar de las vibraciones golpearle cuando su ruta de escape tropezaba con alguno
de los embistes de ese enemigo, pero por mucho que lo intentara no se decidía a
alejarse. Sentía latir dentro de su pecho a la otra esencia, ya no estaba tan seguro de
que fuese un enemigo. Habían pasado horas y lo más que había echo era sollozar
cuando sentía que Llophalath se alejaba. Quizás era un rehén por si su enemigo no
conseguía doblegarlo. Llophalath intentaba pasar cerca de aquella otra sombra que ni
siquiera se apartaba cuando era golpeada por la primera. En estos golpes se ensañaba
especialmente embistiendo como una ráfaga de viento helado a los dos cuando se
encontraban muy cerca. A veces había unos instantes que parecía desaparecido, pero
solo era el reves del siguiente golpe, el silencio de la siguiente explosión. De todas las
maneras en que Llophalath intentó contestar a los golpes, esquivar era el método más
acertado. Al cabo de un tiempo comprendió que la mejor forma de esquivar los
golpes seria no teniendo cuerpo.
La batalla cambio completamente, una cantidad infinita de átomos intentaban
manejar como un titiritero la energía incontrolada de su enemigo. Uno a uno fue
moviendo todas las moléculas de aire como si de un gigantesco rompecabezas se
tratara. Al fin en una embestida aciaga de su rival se quedó atrapado en un agujero de
vació, donde el movimiento desaparecía. Quedo suspendido en el aire, y Llophalath
lo contemplaba extrañado desde cada uno de los átomos que componían su ser.
Una explosión de fuerza y rabia era su enemigo, no tenía forma y prácticamente
tampoco tenía materia, era odio y movimiento en estado casi puro. Al caer en la
trampa de vació, al quedar limitado por la falta de espacio, tan solo quedo un chirrido
sordo y una bola de brillante oscuridad suspendida en el centro del chirrido.
La extrañeza de Llophalath al mirarlo era por unas imágenes que explotaban y se
hinchaban dentro de la bola. Al verlas, a pesar de que no reconocía nada, sabía lo que
estaba sucediendo y lo que iba a suceder. Las imágenes conocidas se marchitaban y
se convertían en escenas de odio que le entristecían. No las recordaba pero las
entendía.
Unos sollozos anegaban su alma, y veía envejecer gente que recordaba haber
conocido. Nueva gente nacía y moría y así sucesivamente las ideas se fueron
aglutinando. Cuando cayo en la cuenta, la bola chirriante seguía en el centro de su
enramada trampa, pero alrededor de su infinito campo de átomos algo se había
alzado. Fijó la atención de todos sus puntos de vista y llego a distinguir una gran
pared que se extendía de derecha a izquierda, al conseguir girar su punto de visión
vio otra pared igual, pero que un poco a su derecha daba a un largo pasillo. Las
dimensiones de las paredes eran colosales podían esconder en un par de pasos suyos a
todo un universo desplegado de átomos.
La metamorfosis de las paredes era dantesca, las caras envejecidas huesudas se
comían entre ellas, vomitaban ojos y la sangre goteaba inundando poco a poco los
pasillos.
Concentrada toda la energía de un universo de átomos, Llophalath empezó a
moverse lentamente hacía la bifurcación que había en el pasillo. Sintió pasar los días
mientras llegaba a la esquina más cercana. Caía, caía irremediablemente y a su
alrededor nada cambiaba. Las paredes seguían en la misma posición, pero el chirriar
del viento y la sensación de la gravedad eran inevitables y verdaderas. Un golpe seco
lo sacó de su sueño y notó como otra vez más el huracán hirviente le golpeaba.
Los montes alados se perdían en el infinito del cielo, en el suelo Llophalath
recibía un golpe detrás de otro sin moverse. Rebotaba inerte con cada golpe que
recibía y las piedras a su alrededor se convertían en fina arena de la dureza del dolor.
Llophalath no pensaba solo sufría. En las cavernas de su sufrimiento,
atemorizado, se encerraba en una idea lejana. Hacía mucho tiempo que ya había
vivido eso, el miedo lo apresaba y la rabia lo torturaba lo recordaba claramente.
Entonces las horas no pasaban porque siempre eran idénticas unas a las otras, igual
que ahora. La caverna anocheció y Llophalath seguía rebotando en el suelo tras cada
golpe de su enemigo. Lejos, allá arriba donde todo había empezado, sobre los montes
alados el sollozo de la otra sombra se hacía atronador.
Llophalath volvía a revivir instante por instante la rutina que llego a vaciarlo en
otra época, en otro lugar. Entonces recordó que también llegó un día en que escapó a
aquel dolor, a aquel miedo, a aquella rabia. En el deseo nace la rabia. En las
posesiones nace el miedo. Cuando el alma esta en calma el dolor solo es otra
sensación más de nuestro cuerpo y como tal debemos aceptarla. Llophalath aceptó el
dolor y se levanto del suelo.
Los golpes se convertían en caricias para su entendimiento ahora que ya no sentía
necesidad de devolverlos. Con las alas desplegadas se alzó hasta los mismísimos
montes alados, incluso Lobsang vio desde millares de distancia el surco que dejó en
el cielo, y no lo hubiese creído si no fuese parte de su sangre la que volaba a lo lejos.
Llophalath se acercaba tranquilamente hacía la sombra sollozante mientras esta
chirriaba cada vez más intentando moverse de un lado a otro. El huracán helado les
golpeaba a cada instante desde justo encima de sus cabezas, pero Llophalath
prácticamente ni sentía los golpes. El sollozo andante pataleaba de rabia y millones
de imágenes aberrantes poblaban su alrededor. Llophalath sonreía y soplando
suavemente hacía que las pesadillas visibles desaparecieran.
Llophalath tenía abrazada a una de sus sombras, que lloraba contra su hombro
mientras chirriaba maldiciones en contra de su benefactor, la otra continuaba
tercamente intentando atacarle, hasta que al fin se detuvo y se quedó mirándolos.
Bajo los sollozos la sombra empezó a tomar la forma del rostro de Llophalath
cuando era humano y joven, lloraba y maldecía por todo lo que nunca se atrevió a
hacer. Llophalath lo acurrucaba, la sombra había disminuido de tamaño, al ver esto la
rabia empezó a chirriar. Todo sentimiento y toda costumbre tienden a defender su
propia existencia por eso es tan complicado calmar a la rabia o alegrar al hastío. Un
viento huracanado separo a la pequeña sombra del regazo de Llophalath y voló a la
fuga lejos de los montes alados.
Al verlos Llophalath empezó a aspirar fuerte el aire y comenzó a volar detrás de
las sombras.
Al fin las sombras se unieron entonces reconoció Llophalath a su enemiga,
pensaba que pronto la encontraría pero por lo visto ya habían luchado.
Mientras aspiraba el rastro de Kir-hom, Llophalath iba aumentando en tamaño y
cambiando de forma. Cuando La ciudad amaneció un nuevo delfín surcaba los cielos
de la caverna nadando plácidamente.
EPILOGO
La telaraña plateada crispaba de un lado a otro de la sala. Bajo los reinos de su
cabellera, las ideas se agolpaban todas en una en su cabeza.
Siempre le preocupaba la mirada perdida de su hija, no seria realmente su madre si no
le torturase el dolor de su infanta, por eso no le hacía falta más de esa imaginación
casi histerica que poblaba su mente al despertar.
Era de esperar, cuando una mala costumbre no se pierde con el tiempo se termina
convirtiendo en una enfermedad, en una mania, en una locura, pero no veía nada
malo en aquellos cuentos cada vez que distraidamente espiaba su diario. Estaba claro
que solo faltaba un detonante. Una figura extraña pero respetable.
Vueltas y vueltas daban sus pies alrededor del salón, las llaves sonaron en la puerta,
el codo apoyado en el alféizar y el humo del cigarrillo acompañaban la mirada hacía
los pies que entran, hacía los pies que andan, hacia los pies que pasan y no paran
hasta llegar a la habitación contigua, donde el sonido de una puerta y el de un cerrojo
concluyen la sonata que tanto se había hecho esperar. El silencio otorga la razón y la
pena la acompaña a la calle.
Horas más tarde, el coche derrapa bajo la lluvia igual que las lagrimas tras la mirada.
Es su hija y tiene derecho a cuidarla, no puede perderla asi. Al aparcar, en su cabeza
aun no entiende que va a decir, el calor del cigarrillo acompaña a sus pasos
temblorosos hacía un portal desconocido, la voz a través del telefonillo la invita a
subir y su corazón parte en carrera bajo su pecho que no para de agitarse.
Tiene que entenderlo, no puede hacerle eso a mi hija. Siempre ha tenido problemas,
siempre me ha preocupado esa mirada sarcástica y melancólica con la que critica y
destroza su día a día. No necesita que una profesora con alzhéimer le termine de
volver esquizofrénica. ¿Como puede decirle esas tonterías? y el caso es que
demuestra que hago bien mirando un poco su diario, si al menos me contara algo de
su vida. Cuando la sangre aun hierve y el rostro se gira impresionado ante cualquier
fenómeno de la naturaleza, el individuo busca movido por muchas mas razones que el
objeto en si de su búsqueda. El orgullo de haber encontrado, la victoria sobre el
miedo al conocer lo que hay bajo el tabú, el respeto ajeno de los demás, la virtud de
una vida dedicada a una meta conseguida, el placer de imaginar la manera y el logro,
todas esas razones y tantas más que a cada individuo hinchan el pecho al respirar nos
empujan hacia el dolor. Al final solo esta el individuo y la nada, descubrir que no
había tal búsqueda y morir. No quiero esa desdicha para mi hija. Unos pasos se
acercaron al otro lado de la puerta.
Al abrirse la puerta una sonrisa poblada de arrugas brillaba sobre esos ojos tan
conocidos, era la misma mirada, era el mismo rostro, incluso el aroma la llevaba
muchos años atrás, hasta una posada y un tazón humeante entre los sueños.
Los labios se separaron un poco y una voz terrenal y soñada, dijo:
-¿Aun recuerdas donde duermen los delfines?

Diario de Abordo Volumen 2



11-abril
Hoy después de tanto tiempo te recuerdo, te echo en falta y te escribo, Joxi.
Amigo, reina la noche desde hace tanto tiempo que las calles tiritan intentando
recordar el sol. Mis labios también tiritan al buscar los recuerdos de la feliz calidez.
Llegó un día en que moriste( poco antes de que abandonara esta carta que jamas
terminare), al poco también faltaron los sueños y ahora que ya ha pasado tanto
tiempo, se que contigo también murió la niña que desde este cuerpo saltaba hasta
cualquier lugar.
Ya no recuerdo como era aquella ciudad de la que huí, en la que empalábamos la
rutina escapándonos de nuestras propias sombras. Pero he vuelto a acordarme de ti.
No es que te necesite, son ellos quienes te necesitan.
La noche empieza a abandonarme, a los días ya los he abandonado Yo. Aun así
sigo combatiendo en ellos. A pesar de que cada día me cuesta más acordarme de las
cosas, sigo andando los días como un burro cegado por el sol que no se da cuenta de
que la zanahoria que persigue esta ya podrida.
A pesar de todos mis reniegues sigue la vida conmigo a cuestas, Madrid es el
útero donde ni siquiera necesito respirar. Quizás tampoco tenga tiempo para ello.
Sigo adelante con lo de las clases. Física, química inorgánica, matemáticas, insultos,
insurrecciones y psicópatas pre-adolescentes bajo la impunidad legislativa actual.
Como siempre. Si te pudiese decir que no lo entiendo, podría descansar al oír tu risa.
Cualquiera diría que te amaba, y entonces si que nos reiríamos, nos sufríamos porque
éramos nuestro propio servicio a la comunidad. Sin duda siempre fuimos culpables y
conscientes de ser como éramos. Quizás tu lo fuiste un poco más y por eso no te dio
miedo morir.
22-mayo
He vuelto a escribirte y no se como decírtelo ahora que se que nadie va a leerlo,
pero de alguna forma se que has vuelto.
Todo era como antes, en mitad de un sueño apareciste bajando unas escaleras. Yo
aun era joven, aun saltaba y reía e incluso te eche la bronca. Pero tu no me oías, solo
mirabas como si no supieses hablar. Solo esperabas como si no supieses andar y tu
sonrisa, un poco más pueril que en tu infancia, me decía que todo iba bien. Con una
imagen que salió de tu boca como un suspiro, entendí que los ciclos no acaban, que
se autorrodean eternamente alcanzando todos los posibles confines como una espiral
infinita.
Al despertar, solo conseguía recordar la mancha de aquel vino agrio con el que
me ensuciaste el vestido cuando nos conocimos. Yo iba hacia otro lugar y tu venias
de alguna parte con el brick en la mano, apenas teniamos quince años, nos chocamos,
lamiste el vino del vestido y sentados en el arcén de una callejuela del Carmen,
bebimos. Yo nunca llegue a aquella cita para la que tanto me había arreglado, pero
llegó el destino para traernos a cada uno la sombra del otro.
12-junio
El pasado no vuelve como es normal, pero tampoco lo hace la gente que lo pisó.
Recibí hace unos días una carta de un tal Carlos, no recuerdo quien es. Se ve que era
el representante de alumnos de mi promoción, seguro que tu tampoco lo recuerdas( y
como duele oír al silencio donde debía estar una carcajada tuya). Se acuerda bien de
mi, no me llama por mi nombre de pila. Fiesta reencuentro de alumnos por los
veinticinco años de nuestra promoción. No consigo recordar casi ningún rostro de
clase. No pienso ir.
20-junio
Una arcada me recorre el estomago al pensar en la situación de ir a cenar con cien
desconocidos. Ni siquiera se merecen el beneficio de la duda de los desconocidos, a
estos ya los conocí y no hicieron nada memorable. Ya tuvieron su oportunidad.
Hace ya mucho tiempo que cambie de numero de teléfono, pero eso no impide
que el pasado siga buscándome. Un mensaje del que me mando la carta me pregunta
por qué no ha recibido la confirmación, que no puedo dejar de ir. Que estaremos
todos.
No sabes como me ha dolido oír eso. ¿Todos?¿Que todos? Una manada de
cincuentones achacosos que no reconoceré porque ademas no recuerdo de nada.¿Y
tu?¿Vas a estar allí?no creo que aparezcas por la puerta con un anillo de casado,
volviendo de esa china donde querías perderte.
Llegué a Madrid por un traslado después de que un chaval perdiera un ojo en una
de mis guardias. Recuerdo aquello ahora tan lejano, lo culpable que me sentí.
Mientras yo no miraba, un chiquillo le tiro una mina calentada a fuego a otro y este se
la devolvió tirándola con un tirachinas. Tuvimos tanta mala suerte que le dio en un
ojo, hubiera podido ser peor. Pero uno es tuerto de por vida, el otro del colegio militar
en el que sus padres lo internaron, pasó a ser traficante y yo huí de mi mundo para
esconderme en la soledad. Me sorprendió ver a Pedrin (Pedro Hernández Machado)
en las noticias quince años después de aquel ultimo día que lo había visto. Después
del accidente me tomé una semana de descanso, luego fue un mes, un cuatrimestre y
al final pedí el traslado.
Amontoné mis decisiones en el armario olvidadas y dejé que decidiesen por mí
donde iba a vivir.
Los primeros años en Madrid fueron bastante buenos, siempre había un concierto
al que ir o una tienda de vinilos en la que gastar tarde a tarde algo de vida. Me
prometí empezar de nuevo y aunque ya no veía las cosas como antes seguía
disfrutándolas. Conocí mucha gente, me enamore un par de veces(hubo una mujer
que te habría encantado) y seguí viviendo aunque siguiese esperándote. Creo que
hasta te llegue a olvidar.
El tiempo fue pasando, los sueños no volvían y tu con ellos desapareciste. Del
olvido de ti, pasó a ser el olvido de todo y entonces me engulló la rutina. Los años
han pasado en un vació parpadear y de ellos solo me queda una pueril oscuridad
donde debían haber recuerdos. Y me siento bien al pensar esto, ahora que parece que
haya despertado.
15-julio
La conclusión, hoy que ya han pasado unos días de aquella cena, hoy que parece
que empiezo a digerirlo, es la de siempre. Es estúpido chocarse contra un muro, pero
es mucho peor chocarse con el muro que conocías. No debí haber ido a la reunión o
quizás el problema es que esa reunión debía haber sido a los quince días de haber roto
con mi vida. Haberme dado cuenta antes de que estaba quemándolo todo, de que
había elegido abandonar, haber desecho ese nudo en el estomago desprevenido que
solo la soledad puede hacer. Entonces hubiera intentado guardar a alguno de esos
amigos, hubiera vuelto a preguntar por los que ahora ya solo hay silencio. No me
hubiera encontrado en ese gentío desconocido que compartía champagne. Entonces
quizás, tan solo quizás, hubiera sentido algo tras alguno de aquellos abrazos. Ahora,
de vuelta a mi silencio tan solo puedo echar de menos aquello que no he vivido.
18-octubre
La tarde caía, mi mente divagaba en blanco sin decidirme a que hacer, así que
abrí uno de los sobres del concurso de literatura del instituto. Para variar me volví a
apuntar, me encantaba hacer de jurado. En el fondo me emociona leer textos tan
limpios, escapar un poco de la letra fingida, de tanto estilismo hueco donde las
palabras van a la deriva.
Parece que la gente disfruta manchando arboles muertos, pero los chiquillos de
instituto eran distintos. Su rabia, su odio, su idealización de todo. Era increíble, les
dabas la intimidad de una hoja en blanco y el aliciente de un premio y destrozaban el
pronostico de cualquier profesor de literatura. Era curioso pero nunca había visto a un
profesor de literatura disfrutar de un concurso de este tipo, más bien solían odiar las
fechas en que tenían más "redacciones para corregir".
Comencé con los textos, y tengo que admitir que me aburrí bastante las primeras
horas, pero de repente, de manos de una niña de apenas doce años, apareció tu
sombra.
LOS SOÑADORES DE YLIHOM
Caminé más allá de los limites del desierto rojo, atravesé la cordillera del lago de
la rosa negra y aun así volé más allá del horizonte incontables veces. Sabía que los
delfines dormían en algún lugar y siempre volaban en esta dirección cuando las
sombras cubrían la bóveda celeste. Aun no había encontrado ninguna respuesta
cuando olí a un par de espectros de Kir-hom, sus sombras me acompañaron durante
mucho tiempo, me hice viento y ellos se convirtieron en lluvia. Me arañaban por
todas partes, mientras yo intentaba huir hacía el techo de la bóveda. Cegado mientras
mis manos ardían al rozar la bóveda, vi como ellos permutaban su forma
incesantemente deshaciéndose en forma de unas gotas finas y pesadas. Parecía aceite
de antorcha, y mis heridas ardían mientras intentaba recuperar el aliento. La rabia
hinchaba mis venas, y los destellos plateados de mi lomo comenzaron a vibrar al
ritmo de mi respiración. Poco a poco mi piel comenzó a solidificarse como una
membrana de luz grisácea y caí sobre ellos más parecido a un rayo que a un ser. Al
abalanzarme se descompusieron.
Un ligero goteo siseaba por los caminos, alimentada mi alma por el odio del
encuentro me decidí a seguir el goteo para eliminar a los dos espectros. Continué a lo
largo de unas cavernas que me llevaron hasta una villa en lo hondo de un suave
acantilado. Uno de los espectros reptaba muy lento y prácticamente lo había
alcanzado cuando nos zambullimos en las callejuelas.
Toda la ciudad se encontraba hundida en un mar de aire caliente y denso.
En lo más profundo de una sima comenzaban sin previo aviso los edificios, a su
alrededor mareas de viento rojizo y pesado mecían a su placer miles de cuerpos
durmientes. Se encontraban flotando sobre el suelo a escasos centímetros. Las calles
se multiplicaban en esquinas y bifurcaciones y en todas ellas habían decenas de
cuerpos durmientes.
El espectro reptó hasta el ombligo de uno de ellos, al quitarle la camisa descubrí
una gran mancha de gangrena que abarcaba casi todo el estomago. Empecé a mirar
cuerpos, y todos tenían manchas, en algunos llegaban hasta el cuello, otros apenas
eran un moratón alrededor del ombligo. Uno de los cuerpos cayó al suelo, le vi abrir
los ojos y correr hacía una puerta hecha trizas. No pude evitar seguirle, aunque mi
alma lamentó encontrarse allí apenas con entrar.
En cada esquina del edificio había una persona, o varias en montón hacinadas,
todos se tapaban el rostro, se retorcían en el suelo, sollozaban de angustia, y al
intentar tocarlos corrían gritando, hacía cualquier otra esquina del edificio. Seguí
moviéndome por la ciudad, andando por su fondo o nadando entre vientos hasta las
azoteas de los edificios. Desde ellas muchos saltaban entre alaridos quedándose
profundamente dormidos justo antes de estamparse contra el suelo. Quedaban en
estado de letargo nuevamente levitando a escasos centímetros, ninguno llegaba a
chocarse. Comprobé todos los edificios que pude, todos estaban llenos de gente,
desde todos saltaba de vez en cuando alguno, y por todas las calles quedaban
levitando hasta que volvían a despertar.
De repente la volví a sentir, detrás de mí, lejos muy lejos, pero no lo suficiente
como para estar a salvo de ella. Kir-hom estaba en Ylihom. No podía escapar, notaba
como ella me estaba olisqueando, sentía su maraña de chirridos acercarse y entre las
mareas de viento no conseguía escapar lo suficientemente rápido.
La villa de soñadores se estaba convirtiendo en una cárcel, nadando entre las
callejuelas la notaba acercarse como si estuviera lamiendo mi nuca. Mi piel y mis alas
comenzaron a mezclarse con las mareas y de repente me di cuenta de que nadaba
entre ellas, informe, inconsistente, inalcanzable. Kir-hom poso su rostro enfrente mío,
un manto eterno de sombras la cubría por completo. Tan solo sus ojos se divisaban
brillantes a través de su propia esencia, me rodeaba pero no era capaz de atrapar mi
esencia pues se diluía a través de ella misma. Comprendí el honor de tener su sangre
en mis venas, al ver como de poderosa era mi insatisfecha cazadora. Me atacaba una
y mil veces y no conseguía más que cansarme. El limite de la ciudad apareció en mi
horizonte. Poco a poco fui comprendiendo que donde ya no hubieran mareas de aire,
no podría ser parte de ellas y que entonces mientras permaneciera en ese estado que
me protegía de ella, no podría salir de Ylihom. En mitad de todos mis problemas, un
rostro durmiente me arranco de todo aquello (“Maite”). No entendí lo que pensé, pero
apenas tuve tiempo para pararme a ver.
Intentar pensar en algo que no recuerdas mientras intentas escapar de La Nada
que todo lo devora, no era una buena opción. Cogí el cuerpo durmiente y lo lance
fuera de la villa. Kir-hom se abalanzó sobre ella y entonces tuve mi única posibilidad
para atacarle. La gran sombra se retrayó sobre si misma comprimiendo su ser hacia
las alturas para separarse de la sima y localizar a su presa.
Me transforme en una nube de rayos que atravesaban las mareas de aire de la villa
chocándose en el techo contra las sombras. Al abalanzarme sobre Kir-hom, sentí
como cada parte de mi se perdía en un plano distinto al mío y entre ellos. Mientras,
Kir-hom se encontraba anclada y electrocutada en el techo de la caverna. Lentamente
una llovizna de óleo sepulto en silencio el valle de la villa. Agotado caí al suelo.
La lluvia se evaporaba y ella se hinchaba ignorando las leyes físicas de aquel
lugar. Su cuerpo cubría por completo la villa y la sima en la que se encontraba. No
tenía salida y me escondía dentro de edificios que ella desplomaba sobre mis
hombros. Corría entre las callejuelas, y pensé en convertirme en la misma tierra, así
podría recorrer las entrañas de La Ciudad, hasta algún lugar bien iluminado lejos de
aquel infierno húmedo y oscuro.
Ya era parte de la tierra misma y apenas pasó un segundo cuando empecé a sentir
terremotos resquebrajando mi cuerpo y alejándome de cualquier salida. Kir-hom
desde los cielos soplaba sobre la tierra que se abría al contacto con su aliento. Y con
la tierra yo también me abría. Serpenteé todo lo que pude y las entrañas de La Ciudad
se convirtieron en un laberinto de simas y acantilados. Volví al estado de viento sin
casi aliento en mi pecho y Kir-hom reanudo sus ataques. Aunque como marea de
viento casi ni me rozaba, uno detrás de otro los ataques se sucedían en ínfimas
fracciones de segundo y yo no conseguía pensar más allá de como huir.
Me convertí en una mota de luz, no me quedaba energía para más, y loco de furia
contra ella me lance hacía el centro mismo de las sombras. Ninguna de sus
oscuridades consiguió tapar mi luz y llegue hasta el techo, lugar donde ella nada
podía hacer. Dando pequeños saltos de partícula en partícula como mota de luz me
fui alejando de Ylihom mientras La Madre de las sombras bajó a descansar a uno de
sus hogares.
Fdo: H.
Sinceramente no se si revisar tu diario o simplemente tirarlo todo a la borda y
buscar a un medico que me diagnostique alzhéimer, porque no es posible que esa niña
halla escrito mi sueño.
Lo recuerdo perfectamente, fue poco antes de volver a empezar con esta carta.
Soñé como algo me arrancaba de mi letargo y luego esa batalla grotesca que una niña
ha descrito como si le hubiesen sangrado a ella las heridas. Pero en el sueño te
recuerdo a ti, no a ella. Dejé pasar las horas lentamente. Al final saqué una carpeta
vieja de cosas tuyas y allí estaba Kir-hom, la leyenda de la rosa negra, los delfines del
techo de la caverna y entonces algo apresó mi pecho. Algo me obligó a acostarme en
el sofá y a intentar respirar mientras en la punta del índice izquierdo aparecía un leve
cosquilleo.

lunes, 26 de abril de 2010

Ella en La Ciudad: El segundo principio


Cuando la Nada desapareció, todo había cambiado. Me encontraba muy lejos
seguro de las tabernas y por suerte, también me encontraba fuera de la Nada. Desde el
camastro se veía a través de una esquiva ventana, el cielo. Tan azul, tan puro, la
corteza de la caverna que rodea la Ciudad brillaba con todo su esplendor. Y a través
de la inmensidad un delfín traspaso con su silueta la imagen cristalina.
Entonces recordé a la sombra que se hundió en la nada y vi como a mi lado,
acurrucado junto a la cama una pequeña sombra humeante tiritaba de frío.
La comadrona de la casa me acompañaba ausente, siempre miraba el horizonte a
la espera de alguien. Con su mente lejana, balbuceando recuerdos, no descansaba un
segundo hasta que todas las comodidades rodeaban mis necesidades sutilmente. Una
muda melancolía se le escapaba de entre las manos cuando la pequeña sombra
correteaba por su alrededor, pero nunca las lagrimas hirieron aquellas mejillas. El
dolor, al igual que todos los sentimientos parecían haber abandonado a la comadrona
hace ya mucho.
Pasaba el tiempo y yo continuaba allí descansando, era reconfortante y sentía
como las heridas ajenas que surcaban mi piel cicatrizaban poco a poco. La sombra
jugaba en los prados, mientras tarareaba, en susurros, incoherentes historias sobre
gente de extraños rostros.
Sucedió entonces, como cuando caen las cosas inevitables. La comadrona de la
casa, esperaba sentada en la entrada como siempre que caía la noche. Con una
apolillada mantilla tapaba todo su cuerpo, envejecía solo con tomar esa pose, y de sus
labios sonaba un susurro que se lamentaba por donde duermen los delfines que surcan
el cielo. La taza de te entre sus manos desprendía tanto humo, que su rostro
prácticamente desaparecía detrás de él. Me di cuenta de ello, mientras le decía que yo
encontraría ese sitio y mientras la Nada empezaba a esparcir su manto tapando los
brillos de la noche.
Fue la pequeña sombra la única que lo advirtió y envolvió el cuerpo de Helena,
poco a poco la telaraña rojiza de su pelo desapareció bajo una bruma que terminó
disipandose antes de que la nada cayera sobre la entrada de la casa. En el recuerdo de
las dos quedara para siempre esa mirada cómplice de quien desaparece para mucho
tiempo.
Para cuando Helena abrió los ojos la desértica soledad y la pequeña sombra eran
lo único que le acompañaban. Todo había sido engullido por la Nada antes de
engullirse a si misma.
La pequeña sombra corría a toda velocidad apenas cinco pasos de distancia y
luego volvía reptando despacio hasta la compañía de la sombra de Helena. Parecía un
rayo azabache que zigzagueaba entre el polvo y las pocas plántulas que habían
sobrevivido a la desolación de la nada.
Mientras divagaba hacia donde ir, la sombra no tenía ninguna duda, cosa de la
que me costo mucho darme cuenta. Finalmente corría intentando seguir a la sombra
por los enmarañados pasillos de zarzas que se esconden al oeste de la pradera.
La inmensidad de los laberintos naturales de la estepa es sobrecogedora. Al
principio apenas notas la diferencia en el paisaje, parece otra loma cualquiera de La
Ciudad. Pero para cuando tu sentido común te hace alzar la vista, ya ves los muros de
pinchos a tu alrededor decorados por moras del tamaño de un puño.
Mientras corríamos por los interminables túneles, hasta los riscos que moldean el
laberinto y por las empinadas pendientes que lo decoran, no deje de ver ni por un
instante restos de desaparecidos que encontraron su descanso aquí.
Las canciones de cuna sobre este lugar nunca escatimaron detalles sobre las
grotescas formas de los cadáveres que aquí reposan, pero también es verdad que
jamas, por muy espeluznantes que sean los relatos del laberinto de zarzas, jamas
podrán relatar el pavor que desprende este lugar.
Seguía siguiendo a la sombra que repasaba pasillo por pasillo, no había ninguna
duda en que sabía lo que estaba haciendo, pero las fuerzas empezaban a decaer
cuando un sonido seco y sordo cayo del techo de la caverna.
Creo que empecé a correr antes de que aquel joven serpéntido tocara suelo. Esas
malditas bestias, encarnación viva del odio humano, poblaban el techo de la caverna
o al menos eso contaban las historias. Mientras caía se vieron bien abiertas sus fauces
que agujerearon las zarzas en su caída, quien viese las zarzas dudaría entre el ácido y
el veneno si le preguntaran que quemó a la planta. Alzándose sobre la punta metálica
de su cola irguió todo su lomo y abrió sus fauces enseñando los mares de lava que
campan en su interior, clavó la punta y se abalanzó sobre la sombra que lo esperaba
echo una bola flotante
Una curiosa batalla sucedió tras aquel instante, la sombra rebotaba de zarza en
zarza haciendo pequeñas elipses que lo alejaban del suelo justo un poco mas que la
altura del serpéntido. Mientras el paso del serpéntido, infinitamente más rápido y
turbulento, agujereaba por doquier el zarzal. Mucho tiempo tendrá que pasar para que
vuelvan a crecer intactos aquellos espeluznantes pasillos de pinchos, moras y huesos.
El serpéntido intentaba cazarlo dando pequeños saltos, pero se notaba que no
controlan bien las pequeñas distancias, porque siempre eran demasiado potentes y
con las milésimas de segundo que el serpéntido tardaba en caer, la sombra conseguía
alejarse lo suficiente para dar un par de saltos y girar en una nueva esquina. Las horas
fueron pasando y poco a poco fue desapareciendo el laberinto de zarzas pasto de las
fauces del serpéntido. Cuando por encima de la estepa, más allá de los montes
colgantes que a lo lejos esconden el lago de la rosa negra, aparecieron una pareja de
delfines gargantuescos nadando en la inmensidad del cielo.
Entonces comprendí una de las razones del eterno devenir de los delfines, el
serpéntido continuaba atacando ajeno a lo que venía desde el horizonte y la sombra
continuaba con su infatigable huida. Cada vez tenía menos sitios donde rebotar y el
final de la batalla lamentablemente para él se acercaba, en mitad de un giro notó la
presencia de los delfines y tan rápido como el mismo tiempo se dirigió de cara hacia
su inmensidad.
Apenas cien metros los separaban y las enormes aletas rozaron la tierra creando
un huracán que me expulsó rodando bien lejos, mientras rebotaba vi como se
alimentaban los delfines. Los serpéntidos y algunas otras bestias anidan en el techo
para poder devorar a su antojo cualquier lugar descubierto de La Ciudad, los delfines
intentan evitarlo cuidando así de todos. O quizás solo vuelan porque los encuentran
deliciosos y aquí abajo no hay. No se, solo ellos lo saben y al verlos tan cerca,
aplastada contra el suelo, con magulladuras en toda la piel, su presencia me hace
temerlos más que amarlos.
La pequeña sombra me envuelve y a pesar de que esta completamente agotada me
lleva levitando. Apenas puedo abrir los ojos, tengo la sensación como si se me
hubieran arañado las corneas notó la sangre salir por mis pestañas, pero también noto
el aroma inconfundible de los delfines rodeándome.
Empezaron su cántico para despertar a otra pareja y noté como nos deteníamos, la
sombra desapareció de mi lado. Exhausta por el largo camino y por las heridas caí
desmayada en el suelo.
Al despertar no veía nada a mi alrededor, palpe mi cara y note una venda en ella,
nadaba plácidamente entre un tacto sedoso que emanaba dulces aromas. Oía cerca el
gruñir de una bestia y notaba el pelaje de su pata rozarme el pelo o los pies. En mitad
de la oscuridad de mi ceguera no sentía miedo, algo me era familiar, pero no deseo
salir de este baño tibio y tranquilo. Los recuerdos de la nada persiguiéndome, de las
batallas, del miedo, se desvanecen. Al final la bestia cesa en su intento de llevarme a
la orilla y se aleja entre aullidos de dolor. Un aroma familiar y lejano me abraza más
allá de los olores del lago y la felicidad finalmente descansa en mi aliento.

sábado, 17 de abril de 2010

En La Ciudad: El primer principio (segunda parte de diario de abordo)

                               EN LA CIUDAD


         El primer principio

Sentado ante los ventanales abiertos del oscuro comedor, las horas se deslizaban
lánguidamente entre bostezos y largos silencios. Un extraño calor imbuía el ambiente,
y abajo en la calle debía notarse mucho más. La tarde poco a poco se había ido
apagando tempranamente ante unas nubes negruzcas que avanzaban ensombreciendo
la ladera. En el empedrado de la plaza un perro sarnoso se escondía bajo una
diminuta sombra, y el rascar de sus pulgas era el único sonido que deambulaba por la
aldea. Las nubes comenzaron a tomar formas amorfas, y en apenas unos instantes
toda la aldea se encontraba encerrada en la noche bajo el manto negruzco de aquellas
nubes. Eran las alimañas de Kir-hom de caza.
Un lobo de gigantesco tamaño, blanco como la nieve, apareció en la habitación de
un salto y después de mirar hacía los lados, se recostó sobre mi lado y me mordió en
el brazo. Mis amigos intentaron apartarlo de mi y él los lanzaba con sus sacudidas
hasta el otro lado de la casa. No dejaba que nadie se acercara a mi y de vez en cuando
me dirigía alguna mirada, que a pesar de que mi brazo sangrara por sus fauces, me
tranquilizaba.
Las nubes empezaron a perder su falsa forma, y miles de alimañas nocturnas
descendían en picado desde el cielo atronando con el batir de sus alas cada rincón de
la casa. A lo lejos parecían un enjambre o una nube de moscas ante el festín de un
cadáver, pero al abalanzarse sobre las ventanas sembraron de pesadillas nuestras
miradas. Casi conseguimos cerrar las ventanas a tiempo, pero entraron tres alimañas.
Revoloteando por la casa se lanzaban contra nosotros intentando envenenarnos.
Cuando un secuaz o un ser mitológico clava sus dientes sobre la piel humana, estos se
convierten en esclavos y mutan.
El lobo se abalanzó contra el techo de un salto, tragándose a una de las alimañas.
Yo, mirándolo desde el suelo, tan solo pude lanzar un quejido lastimoso cuando note
dos finos colmillos clavarse entre mis costillas, llegando hasta los pulmones, que
rápidamente comenzaron a llenarse de sangre. La sombra blanca rozo en un instante
como un rayo mi costado y de la alimaña tan solo quedó la herida en mi piel. Los
cristales de los ventanales chirriaban cuando un enjambre de alimañas las mordían
desde la calle. El lobo blanco empezó a bajar por las escaleras tirándome del brazo
que había vuelto a morder, le seguí. Saltaba de un lado a otro, yo corría detrás de él.
No entendía como, pero veía como brillaba por dentro. Al mirar hacía el techo veía
las pisadas de mis amigos y a lo lejos las miles de sombras brillaban con tonos
azabaches. La respiración en mi pecho sonaba ronca, pero un chirrido ahogaba todos
los sonidos alrededor. Salía de las fauces del lobo y la realidad alrededor suyo se
modulaba de una manera que jamas había visto. Un túnel de esencia empezó a
rodearnos y la realidad a su alrededor desapareció, incluso el chirrido dejo de oírse.
Un instante después estábamos en los limites de las colinas corriendo hacía el final de
La Ciudad. El mar sangriento esperaba mas allá de las colinas fronterizas, intenté
avisar a la bestia pero antes de darme cuenta ya estábamos saltando. El chirrido
volvió a dominar todos los ruidos del alrededor y el tubo de esencia nos acogió en su
seno antes de que la lava verdosa del mar sangriento consiguiera tocarnos.
Cuando el aliento empezó a relajarse entre mis labios, abrí los ojos y mire a mi
alrededor. Recuerdo claramente la sonrisa de un hombre muy viejo que tenía todo su
cuerpo cubierto de pelo, debía sonreír por mi cara absorta e incrédula. Me encontraba
al lado de lo que había sido la bestia, en medio de un canal muy ancho pero de muy
poco cauce. Mire al cielo y tope con el techo de la caverna, completamente pintado
de mil colores azulados y verdosos, que se iban tiñendo suavemente de un negro
luminoso por donde correteaban unas inquietas venas amarillas. Cuando volví a
mirar, toda la imagen del techo había cambiado. Donde el canal terminaba, aparecían
montones de pequeñas tabernas iluminadas por miles de tinajas que despedían rayos
de colores, de esas tinajas venía el espectáculo del techo. La música brotaba de
muchas maneras de entre todas las tabernas y los músicos de extraños tamaños
bailaban por las paredes, por los techos y las calles. Incluso alguno en mitad de un
agudo solo, conseguía que sus pies levitasen del suelo y volteaba por los aires como
una peonza. Era tan bella la visión de mi alrededor que no pude esperar ni un instante
en querer ir a la orilla a bailar con los estrambóticos músicos.
Con un gruñido me llamó mi guía(“Estamos huyendo, no pasando unas verbenas,
no llames la atención si no quieres terminar siendo un soñador de Ylihom”),creo que
leyó lo que estaba pensando. Se sentó en la orilla y cerro los ojos.
Salí corriendo hacía las tabernas, bailé entre los vientos acompañando con aullido
un solo gatuno que hacía un ser de luz informe. Eran tan bellos los seres que allí
encontré, veía imágenes de lo que sentían. Me quedé impresionado con los juegos de
una luz blanca que se puso a pensar conmigo. Me llevó por viejas montañas
buceando, me enseñó como la más insignificante de las casualidades se convierte en
causa única de la vida, me mostró como La Nada es la única fuerza que existe más
allá, y que en ella nace todo y que a ella todo vuelve. Un aullido lejano me señaló que
era hora de partir y un ultimo regalo me dieron. En una pequeña bola hueca de cristal,
como en un segundo, me enseñó que cabría la eternidad entera.
El aullido desde la orilla del canal, me indicó que ya era tarde. Sentía desde hacía
rato las palabras de mi guía, pero la música de las tabernas y sus suaves licores me
habían llevado al éxtasis en el cual ya no escuchaba a mi consciencia. El aullido fue
una llamada de advertencia, no estábamos jugando y mis responsabilidades volvieron
a tomar su lugar en mi camino. Fui corriendo hasta él, cuando llegué me erguí sobre
mis pies y caí en la cuenta de que ya no me sentía humano. Mi cuerpo había
evolucionado de una compleja manera, no llegue a entender el pelaje. Tampoco
comprendía la nueva gama de colores que sentía. Era el primer instante en que era
consciente de que estaba convirtiéndome en ser mitológico, como las bestias que
pueblan los cuentos de cama para infantes. Bondadosos o malvados siempre eran
protagonistas de viajes a los lagos subterráneos de la Ciudad o batallas contra dioses
antiguos o invasores. Ahora yo me estaba convirtiendo en uno y estaba
completamente bloqueado por una especie de nostalgia hacía mi antigua vida en el
Barrio Viejo de la aldea de la ladera.
Subimos a una barca destartalada muy espaciosa que contenía un dulce aroma a
hierbabuena. En la esquina contraria, sentado bajo un manto y una capucha se
encontraba el barquero. Su respiración larga y pausada se veía escenificada en el
humo de la pipa. Ante él mi guía se encontraba sentado como un aprendiz en
búsqueda de conocimiento, oía sus susurros pero no conseguí descifrar gran cosa, ya
que hablaban en versos de vientos. Tras una larga bocanada de humo, una mano muy
fina y huesuda cogió la pipa y alzose lentamente el ser oscuro que conducía la barca.
Era extremadamente alto, debía ser un ser muy antiguo, seguramente pasaba los dos
metros y medio. Su figura infundía temor al mirarla, era apenas una sombra
completamente vertical, en la que la piel pulcramente blanquecina resplandecía como
el platino. La capucha tapaba completamente su rostro y con una larga vara sujetada
por ambas manos, parecía la venganza de algún dios olvidado. Alzó su voz contra el
techo de la caverna y un fiero viento comenzó a soplar en todas las direcciones. La
barca giraba sin sentido y sin moverse del canal. Parecía como si todo girase
alrededor del barquero y cuando el viento ensordeció el grito, una pequeña luz
azulada resplandeció debajo de la capucha. El bastón se clavo bajo las aguas del canal
y toda la caverna se desvaneció convirtiéndose en un mural de destellos. El barquero
avivó la llama de la pipa y volvió a sentarse en la esquina de la barca. No pude evitar
preguntarle, sobre quien era, incluso quise preguntarle la edad, pero mi guía
recrimino mi desvergüenza ante un desconocido tan importante como el barquero del
canal. Una leve risa se oyó desde bajo la capucha y dijo:
- ¿ Llevas al pequeño a la escuela? Le ira bien, aun esta demasiado dormido para
comprender, ¿qué tiene nueve decenios?
- No que va, aun no ha cumplido el cuarto. Pero ya le ha intentado visitar Kirhom,
incluso le mordió un soldado de su ejercito y me da muy mala espina el asunto,
por eso he vuelto.- contesto mi guía con un profundo respeto hacía el anciano.
- Pero es un pequeño lobo como tu, aunque noto algo extraño bajo sus hombros,
¿Qué le sucedió?
- Sucedió que le dieron el segundo mordisco y aun no había germinado la
metamorfosis, creo que está mezclado con sangre de alimaña nocturna, por eso es
más importante aun que tenga una educación. Si Kir-hom le hablase, ahora mismo lo
convertiría en adepto de las sombras como mínimo y con su potencial, en un tiempo,
tendríamos otro enemigo.- no entendía nada de lo que hablaban, pero por respeto
espere en silencio.
- Bien pequeño, te deseo suerte en tu camino.- así concluyo el sonido de la voz
que se escondía bajo la capucha, pero otra voz sonó en mi cabeza y empezó a vaciar
lentamente algunas de las dudas que se escondían en mi cabeza.
Joven viajante, debes saber que mis ojos vacíos han visto deambular a todos los
grandes héroes y mitos que la historia de los humanos dio. Hace tiempo ya que
cumplí mi nonagésimo milenio, pero no es momento de que sepas mi historia que te
baste con saber que en antaño había quien me llamaba Caronte, el barquero del
Estigia. Antes debo hablarte acerca de la naturaleza de tu patria La Ciudad.
La Ciudad fue creada en antaño por unos viejos monjes. Estos habían perdido a
todos sus aprendices debido a una fuerte peste que asoló su monasterio, solo aquellos
que comprendían su naturaleza más allá de lo que la razón humana puede imaginar,
consiguieron sobrevivir a la enfermedad. Pero a pesar de que sobrevivieron,
comprendieron que su dinastía y sus conocimientos iban a morir para siempre.
Habían llegado a una comprensión tan profunda de la mente humana que conseguían
dominar la forma de los pensamientos. Eran capaces de dejar señales en el camino y
cuando cualquiera pasaba por la señal una imagen le inundaba la mente haciéndole
comprender el mensaje de la señal.
Entonces decidieron construir un plano a partir de sus pensamientos. La cuestión
era muy complicada, pues las leyes físicas del lugar debían soportar la existencia de
los muertos y permitir la entrada en la subconsciencia de los vivos. Uno a uno fueron
muriendo para poder construir desde el otro lado de la existencia y todos y cada uno
de ellos, al llegar ante mi barca rehusaron beber el agua del olvido y me pedían que
les llevase a lugares que yo no conocía. Mi magia me permite cruzar la existencia
hasta cualquier lugar, por lo tanto a pesar de que yo no lo conociese podía llevarlos,
debían superar una prueba para que yo accediese, ese era el trato. Todos y cada uno
de los monjes cruzaron a nado las aguas hirvientes del Estigia de donde las almas no
pueden salir. Realmente fue la única vez que me sorprendió el comportamiento de un
humano, parecía que fuesen dioses anteriores a mi existencia y el respeto que
infundaron sus acciones en mi, hizo que les llevase hasta el mar de llamas que rodea
la Ciudad. Cuando empece a comprender su propósito no pude hacer mas que
ayudarles. A pesar de que los hechos de los humanos no me atañen ni me importan, la
cruzada de aquellos sabios por proteger lo que más amaban me conmovió y creé los
canales que rodean la ciudad como regalo para ellos. Mediante la ciudad consiguieron
que sus conocimientos no se perdieran apareciendo en los sueños de seres humanos
que estaban despiertos ante los poderes de la mente. Lo curioso fue cuando seres
humanos que no habían sido llamados empezaron a aparecer en la Ciudad, comenzó a
crearse una población y el poder energético de la Ciudad se volvió inestimable. Por
eso algunos de los primeros aprendices de los sueños han empezado a tomar
posiciones acerca del futuro de la Ciudad, si alguna hermandad la dominara llegaría a
tener poderes realmente temibles en la vigilia humana. Por eso Lobsang intenta
llevarte a la Escuela, allí nadie intentara encaminarte hacía ningún bando, pero si te
enseñaran a evolucionar como ser, cuando estés preparado elige el camino que
desees. Yo soy completamente neutral acerca del futuro de los humanos,
prácticamente ni siquiera me atañe. Tendrás que llegar a comprender muy bien las
tres naturalezas que forman tu Yo y aprender a controlar sus errores. Pequeño lobo de
sombras hemos llegado al principio de tu camino, es hora de que desembarques.
Más allá del mar de lava que recubre la caverna, pasaba el ultimo canal
construido por Caronte al principio de los tiempos de la Ciudad. Sus aguas
finalizaban en la orilla de la escuela, en las mismas entrañas de el laberinto alado. Allí
no podía influir ninguna de las fuerzas que campan por la Ciudad, estaba más allá de
todo. Mi guía me contaba mientras caminábamos por los prados rojos, que la escuela
fue el segundo lugar de la Ciudad construido por los antiguos. Se dice que lo
construyeron para utilizarlo como puerto para sus seguidores y aprendices y para
poder volver ellos a la vigilia. Es extraño, dijo en silencio, pero no conozco a nadie
que haya podido encontrar a alguno de los cuatro primeros. Sería divertido poder
saber como lo hicieron.
Continuó con otras historias que ya oí a mi abuela cuando me dormía de pequeño,
la explanada cubierta de amapolas rojas llevaba hasta un inmenso sauce llorón. Debía
tener el tamaño de una montaña, sus ramas variaban de color entre purpúreos brillos.
El sauce era autentica luz física, condensada, echa en si misma sin fisuras ni partes.
Una vez dentro nos recibió una Natura cuyo cuerpo parecía un ciprés. Su voz solo
eran susurros de vientos que mecían las ramas que decoraba su serpenteante cuerpo.
Tras una señal a mi guía este se fue sin despedirse y la natura comenzó a hablarme
elevando las notas de los vientos a sonidos guturales(“este no es mi idioma pero lo
utilizare un tiempo hasta que entiendas mi comunicación”).
Comenzamos a subir unas escaleras de crisálidas mientras me hacía entender que
iba a morir por un tiempo(“la muerte se acerca a tu vida, pero no aquí. Es hora de que
comiences a prepararte para cuando vayas a encontrarte con ella”)y que debía
entrenar a mis recuerdos si no quería perderlos todos en poco tiempo.
Recuerdos de otro mundo comenzaron a agolpar se sobre mi sombra, y me dolía
el pecho con solo intentar ordenar todas las vivencias. Mientras me desmayaba noté
como un dulce viento empezó a transportarme escaleras arriba tras la natura(“creías
que eras grande cuando viste tus colmillos, ¿tanto te aterra ahora sentir la inmensidad
de tu vida?")
Al despertar, un serpéntido me miraba a dos centímetros de mi cara. Estábamos
en un inmenso prado verde, a mi derecha, de un pozo muy estrecho subía una
escalinata que terminaba en el césped. A lo lejos, la natura, descansaba con los pies
enraizados en el suelo. El serpéntido se alargo sobre su vientre y mirándome desde
casi un metro de altura no acertaba a preguntar. Empezaba frases, se callaba, se
retorcía y volvía a mirar extrañado. Hacía ya algún tiempo que me había despertado
pero el cielo no cambiaba, se encontraba en un eterno amanecer que decoraba las
cumbres de las montañas con olas cromáticas de nubes. El serpéntido, asustado de
mí, se lanzo contra el tronco de un árbol y reptando suavemente entre las ramas, se
posó en la copa haciéndose una cama con su propio cuerpo. Recuerdo que una sonrisa
comenzaba a brotar mientras miraba a mi alrededor, cuando de repente todo se sumió
en la oscuridad. Los sonidos chirriantes empezaron a invadirme, la industrialidad de
sus ritmos latía en mis venas produciéndome pequeños espasmos, mi sangre se
emponzoñaba en mis venas con la languidez de las visiones que me encarcelaban en
la más vacua nada. Veía como la gente iba evolucionando desde ser unos niños
balbuceantes hasta que los pelos de sus narices se volvían grotescos, y con ellos mis
sentimientos también evolucionaban. Desde el amor más inocente terminaba cayendo
en el odio mas visceral, y era el mismo humano en distintas épocas el que provocaba
todo. Se que conocía a cada uno de aquellos individuos, pero es imposible que
recuerde de que o como los conocí. Ni siquiera me sentía yo mismo. No tenía
dominio de mi consciencia ni tampoco de mis decisiones, simplemente estaba allí
expectante ante los nuevos sentimientos que se agolpaban contra mi mente.
El odio dentro mío crecía sin cesar, quería salir de aquel lugar o de aquel vacío en
el que me encontraba. Solo quería olvidar todo ese dolor.
Entonces volvió a esclarecerse todo y vi como unas raíces soltaban mis pies
desnudos y se hundían en el césped. Todo seguía igual que antes, el serpéntido seguía
dormido sobre si mismo en lo alto de un árbol. La natura se acerco a mi, despacio, me
miraba de lejos. En sus susurros y en su cuerpo entendí que no debía huir, que no
debía escapar de aquello a lo que me debía enfrentar(“entiende que todos ellos,
también son algo de ti”). En aquel eterno amanecer, en aquel infinito prado
comprendí que la natura se comunicaba con imágenes y con lógica. Mis conclusiones
son sus argumentos, ella me lleva a verlos igual como si me lo dijese yo mismo.
Desde aquel momento jamas volví a oír el sonido gutural de la voz de la natura pues
había comprendido ya su comunicación. Bastante más tiempo me llevo comprender
que aquellos desconocidos también pasean con mi sangre por dentro mío. Al igual
que al universo no le es prescindible ninguna de sus partes, asimismo nosotros no
seriamos los mismos sin alguno de nuestros recuerdos por muy trágicos que estos
sean. Al final resultó que el universo era finito y que sus limites son las esquinas de
mi piel.
Comencé mi aprendizaje enfrentándome con todo lo que odiaba de mi, con todo
lo que deliberadamente había olvidado. Después, los limites de mi entendimiento se
destruyeron al comprender la falsedad de los conceptos. Desde la dualidad del
espacio-tiempo hasta las gamas cromáticas, todo solo son percepciones de mis
sentidos sesgadas por mi mente. Mientras las fronteras de los conceptos iban
desapareciendo de mi alma, los inagotables caminos del conocimiento se
multiplicaban ante mi mirada atónita al comprender que todo es real. O al menos tan
real como cualquier otra cosa.
Atardecía sobre el valle y unos pétalos fluorescentes caían desde las ramas de
todos los arboles. Caí en la cuenta de que realmente no estábamos en un valle ni tan
siquiera estaba atardeciendo. Estábamos dentro del árbol que vi al llegar, las escaleras
no nos condujeron a ningún lugar. El Bosque, que por todos lugares rodea al valle, es
en realidad la decoración natural de las paredes de la escuela. Bajo la lluvia de
pétalos, sentí el viento igual como en algún recuerdo había erizado mis brazos. Ese
viento y mis recuerdos eran iguales, no eran reales pero estremecían a mi alma. Y
repasando instante por instante lo que recuerdo consistente con mi vida y aquellos
recuerdos que nadan en el misterio, no logro encontrar diferencias entre ellos (”Aun
no he encontrado ningún cristal que tenga una sola cara”) a lo lejos la Natura me
miraba mientras sus palabras repicaron en mi cabeza.
La rabia hinchó mi pecho y unas venas azabaches comenzaron a brillar sobre mi
piel, salí al galope hacía la natura clamando por mi libertad y por mi derecho de
volver (no creo que supiese a donde, pero sabía que en algún lugar faltaba), de salir. A
cada galope una raíz desde las entrañas de la escuela se agarraba a mi cuerpo, apenas
diez zancadas después yacía tumbado en el suelo completamente momificado por las
raíces de la Natura(“¿Quieres salir? atraviesa el bosque. No son solo paredes, son los
limites de la materialidad de este mundo. Cuando volvamos a vernos te lo
explicare”). Y eso hice, o al menos lo intenté. Corrí, Corrí tanto como pude, siempre
en la misma dirección y el bosque no se aclaraba, era infinita su extensión dentro de
la escuela. Apenas había decidido dar marcha atrás( no sabía cuanto tiempo debía
llevar corriendo porque la más tétrica de las oscuridades sumía al bosque en un sueño
de silencio), tan solo dos pasos y me encontraba de nuevo en el valle de la escuela. A
lo lejos veía claramente a la Natura y como a su alrededor hacía crecer espinas
puntiagudas(“no pretendas volver ya sin tan siquiera haber intentado salir del bosque,
eres tan cobarde que tu propia oscuridad no te permite avanzar en ningún sentido ¿O
acaso comprendes algo de antes de que Lobsang te mordiese?”). Entonces sentí el
gran vació de mi existencia recordaba miles de anécdotas y de vivencias pero ninguna
me pertenecía. Eran tan dispares entre ellas, era tan incoherente aquel mundo gris e
industrial que me atormentaba cuando conseguía dormirme.¿Que es esto que crea
esta sombra en el suelo cuando tapa el sol?Solo soy yo, pero este ocaso que jamas
termina no es real, entonces esta sombra que ahora miro tampoco es real, luego solo
soy nada. Solo soy una existencia vacía de realidad. Volví la vista hacía el bosque que
rodeaba el valle y alce mi mirada hacía las copas de los arboles. Ningún árbol parecía
tener fin, pero no eran tan inmóviles como sus troncos, su frondosidad disminuía con
la altura a pesar de que no pudiese ver final en ellos. Trotando a cuatro patas dirigí
toda mi rabia contra ellos, a cada paso, en mi espalda notaba como latían unos
músculos mientras se separaban de su forma original. Se resquebrajo mi piel y unos
pequeños haces de luz, muy delgados y muy numerosos, salieron de entre mis
omóplatos. Tras el ultimo trote, justo antes de saltar contra el tronco, mis alas de luz
comenzaron a jugar de rama en rama propulsándome hacía los cielos. Mi mirada se
dirigía en una dirección, y en el mismo instante en que pensaba la rama próxima en
que tenía que sustentar mi salto, uno de los haces de luz se alargaba hasta la rama y
me propulsaba a través de ella.
Había pasado tanto tiempo saltando que ya no había ningún ocaso a mi alrededor,
solo mi propia luz me iluminaba y de los trillones de ramas que deben poblar el
bosque, muchas habían quedado atrás en mi paso. Algo electrifico mi mente, fue solo
un instante, pero fue suficiente para quedarme colgado y atónito. Fue una imagen
muy similar a los recuerdos incoherentes que tenía cuando meditaba. No conocía lo
que sentí, ni las formas, ni su comportamiento, pero sabía perfectamente todo lo que
había a mi alrededor como si fuera mi naturaleza propia. Recuerdo ver como el
autobús( una caja con ruedas llena de gente que se movía a una velocidad increíble)
se iba y como no me importaba a pesar de que debía ir yo en él.
Solo fue eso, un pestañeo, una invasión de algo que no soy yo y un instante
después volvía a estar en las ramas colgado, me balanceé un poco y volví a continuar
mi ascensión. El final se acercaba lentamente, no estaba llegando pero podía
ver( cosa que andando nunca pasó) como el alrededor cambiaba y como la
frondosidad de las ramas iba menguando. Y de repente otra vez la misma
incoherencia. Respire un par de veces y veía a mi alrededor una explanada yerma,
vacía, un edificio( gasolinera) grisáceo y sucio y la imperiosa necesidad de llorar y de
escapar. Conseguí volver a las ramas, a mi mundo real, y estaba cayendo. Me golpeé
repetidamente en la cabeza y en los brazos, al concentrarme en el dolor mis alas
formaron una telaraña que detuvo automáticamente mi caída. Con todo el cuerpo
magullado y el aliento volviendo poco a poco a mis pulmones empecé a pensar.
Cuando los recuerdos volvían a mi mientras meditaba eran inconexos, eran
irreales. Ahora cuando los recuerdos me inhiben exhibiéndose por encima de todos
mis sentidos son tal reales como este instante. Volví a comenzar mi ascensión, iba
paso a paso, sin ninguna prisa sabiendo ya lo que iba a encontrar. La respuesta
moraba al final de mi existencia.
Llevaba ya un rato subiendo lentamente y pensaba que lo de antes no iba a
repetirse, que tan solo había sido un extraño truco de la Natura para evitar que
continuara ascendiendo. La sensación volvió y esta vez me dio tiempo a aferrarme
bien a mi realidad. Estaba viviendo una dualidad como si a mi mente le perteneciesen
dos cuerpos distintos. Seguía ascendiendo poco a poco, mientras, al otro lado de mí
andaba preso del hastío y de la tristeza. Seguí subiendo controlando mis alas, poco a
poco, esforzándome por no perder ninguna de las visiones que se agolpaban en mi
cerebro. Las ramas comenzaron a transformarse en hilos eléctricos que chispeaban
entre ellos y al otro lado mi cuerpo ya no andaba. Tirado sobre un suelo vació, mi
respiración poco a poco iba desapareciendo y con ella, el hastío y la tristeza. Notaba
mis manos enfriarse, allá, en aquel lugar grisáceo. Y aquí ya no había más que
escalar, a mi alrededor todo lo que parecieron ser ramas se relacionaba entre si con
relámpagos eléctricos más veloces que una millonésima parte de un instante. Parecía
una bóveda eléctrica de destellos hilados y del otro lado cada vez sentía menos. A
cada instante las sensaciones de la dualidad fueron desapareciendo y la bóveda
eléctrica se heló, convirtiéndose en un manto de luz informe. Había vivido mi muerte
de alguna manera. El dolor y el sufrimiento me demostraron que aquel latir que se
había parado, también era motor de mis latidos, que aquella bóveda de luz gélida que
ahora dominaba todo el horizonte también era mi frontera. Apenas era yo dentro de
mi mismo y ante la Falta apareció la respuesta. Tan solo soy mi conciencia de mi
mismo. Y me lancé al vació sin miedo a caer y aterrice en el valle sin magulladuras ni
dolores. Posé mis pies sobre el fresco césped y comprendí que ese césped, que era tan
solo mi consciencia de mi alrededor, era real porque mi consciencia lo tomaba por tal.
Si jamas hubiese dejado de caer no existiría esta hierba que roza mi talón. Todo
aquello de lo que no soy consciente( como aquella gasolinera o aquel autobús que
apenas ni vi) no es real a pesar de que exista o no, no es parte de mi, no pertenece a
mi consciencia, no es mi realidad. Acaso jamas sepa que es la existencia, pero se qué
es mi realidad. La existencia de mi conciencia como individuo crea mi realidad y me
hace participe de ella.
Al levantar la vista de la brizna de hierba que rozaba mi talón vi a la Natura
acercándose hacia mi con un aura de felicidad que lo invadía todo, acercó sus labios a
los míos y apenas rozándolos sentí como me decía(“entonces ya puedes ir a donde te
plazca sin necesidad de huir. Ya no hace falta que hablemos sobre nada más”). Yo soy
La Ciudad dentro de mí. Comencé a bajar las escaleras que llevaban hasta la entrada
de la escuela y fui hasta la barca de Caronte que aun me esperaba en la orilla de la
escuela.
Al llegar a la barca le hice una gran reverencia a Caronte y él entre risas me
preguntó que a quien estaba saludando. Empece a comprender ya de veras y deseé
volver a las tabernas del gran canal y antes de que el silencio nos transportase le
pregunté por cuando había llegado(“aun no me había ido cuando ya habías vuelto”) y
me sonrojé al darme cuenta de que seguía hablando conmigo mismo dentro de mi.
El viaje fue rápido, atravesamos el espacio-tiempo hasta los canales donde por
primera vez nos encontramos, pero a pesar de ello aun nos dio tiempo para
conversar(“No pienses que eres el único en La Ciudad. Esto es un conjunto de
realidades distintas, todos y cada uno de los habitantes de La Ciudad, tanto los que
son conscientes como los oníricos son parte constitutiva de ella. Tu solo no podrías
crear ni mantener esta existencia, a pesar de que esta realidad eres tan solo tu. Creo
que aunque te duela la cabeza terminaras por asimilarlo.”)
Reconocía todo lo que había a mi alrededor, los distintos canales que me
rodeaban, los músicos, las tabernas, el agua de mil colores brillantes. Nada había
cambiado desde aquel día lejano en que llegue por primera vez aquí.
Sumido en forma de vapor paseaba entre aquellos en los que la felicidad reinaba.
El olor a aguardiente era inextinguible en cualquier lugar de las cavernas, pero a lo
lejos un aroma de odio eterno deambulaba por las callejuelas húmedas. Se paseaba,
su presencia era inextinguible, y ante ella una débil figura tropezaba entre toses. Los
recuerdos volvieron a la memoria y desde algún lugar paralelo y lejano la reconocí.
Lo único que me reunía con mi existencia estaba tambaleándose siendo presa del
miedo y la rabia. Ella estaba difuminada como si perteneciese a otro lugar y la
sombra se cernía sobre ella poco a poco. Era imposible que escapase porque desde
dentro de ella alimentaba a la sombra con sus tosidos. Seguramente ella no lo veía
pero las cadenas de la sombra la rodeaban por la cintura y las piernas evitando ya
toda posibilidad de huida. Me abalancé y rodeé a la sombra con mi conciencia. La
sombra también era yo, era mi odio, mi humanidad, mi tedio, mi hastío y todas esas
cosas que tenemos en común todas las personas que han sufrido. Alimente a mi
humanidad con mi ser, y a mis males con sus miedos y durante un instante
desaparecí.
...
Tan solo lograba recordar como desaparecía antes de llegar aquí. Abalanzarme
hacía una gran nada o quizás la gran nada se abalanzó sobre mi, pero de todos modos
no hay nada antes de eso. Bueno si, quizás si, queda un rostro, una mirada, un
recuerdo. Me alce de entre las arenas rojas que rodeaban mi cuerpo y comencé a dar
largos saltos. Mi cuerpo se alargaba convirtiéndose en el movimiento de una duna,
pasando a ser una ventisca que rozaba lejanas nubes. Y dando una pirueta entre los
vientos que yo era, descubrí al fondo de todo las panzas plateadas de los delfines
voladores. Eran preciosos, tan magnificos y sutiles, deslizándose eternamente hacía
su descanso. Cuando el salto empezó a decaer y los pies se acercaban a la arena más
de lo que la cabeza lo estaba del cielo, sumido en la letargia del olvido decidí
seguirlos hasta donde durmiesen...
...Donde no hay memoria, las razones nacen de los anhelos.