lunes, 10 de mayo de 2010

TEMORES (poema editado en "Ciudad Poética" junio 2008 a cargo de asociación cultural ciudad poética)


Cuando el alba aclara a la noche
Siento miedo de este hospital
En el que enfermos y sonámbulos,
Paseamos drogados por la norma
Sin levantar la vista por el canto
Ni por el vuelo sosegado.
Tengo miedo a estar enfermo
De la enfermedad
Que nos han jurado que padecemos,
Y despertarme sin pensar
Necesitando sus drogas
Para seguir muriendo en paz.
Tengo miedo a estar solo
Y que esa soledad arda en mi alma
volviéndome tan cuerdo
Como para vender mis sueños
Por alguna pareja no amada.
Y esa multitud informe
De hermanos o chacales;
Temo a su veredicto implacable
Y a que a mis hadas devoren.

lunes, 3 de mayo de 2010

Antiguos dioses

Pan ha muerto y fue Apolo quien lo hizo. Las cuencas vacías de las Parcas miraron
ensimismadas como el hilo negro del sátiro danzante caía en el vacío de la
inexistencia. Junto a él uno a uno todos los hilos de los antiguos dioses fueron
cortados con el mismo trazo de las tijeras. Entrelazados los destinos, lo que se rompe
no se puede remendar. Todos los dioses se congelaron como estatuas de sal y en un
instante pasaron a ser pasto de la historia.
Las Parcas, tríada perenne de la existencia, cesaron su trabajo y recapacitaron acerca
de lo hecho. Desde Zeus hasta Hades, incluidos todos los héroes del Olimpo, habían
muerto. Vieron como el hilo de Caronte continuaba intacto en el centro del ovillo a
pesar de que las tijeras habían recorrido su entrelazo. La triada respiro tranquila.
También vieron como Apolo seguía vivo, aunque él no lo supiera. Reencarnado en un
niño judío, aun le esperaba la inmortalidad como castigo por su sacrilegio.
Y los montes se alzaron para engullir a las nuevas almas, incluso Hades al morir tuvo
que subir a la tierra para emprender el camino de la muerte hasta su propia tierra. Las
lagrimas del combatiente vencido sin batalla hirieron la tierra dando lugar a nuevos
volcanes.
Y los montes reverenciaron la llegada de los dioses que los esculpieron. Los vientos
silbaron rasgando las piedras para enseñar a las ancianas montañas que todo pasa y
nada queda, y los dioses moribundos continuaron caminando lamentando su perdida.
Mientras, en el mundo mortal, se había erigido un nuevo dios que los albergaba a
todos en su seno, sufriente, torturado, portador de un castigo eterno, que comenzaba a
moldear al mundo a imagen de sus vicios y costumbres. El mundo fue dividido en
sacrílegos y bienaventurados y todos los herederos de Pan fueron atacados. El
misticismo y la sabiduría de la naturaleza fueron violados y masacrados, mientras la
música y la danza se convirtieron en arma del nuevo poder. Apolo intentaba abarcar
desde los reinos hiperbóreos donde descansaba su flecha hasta donde su certero
disparo pudiese llegar. La Flecha de Apolo no conoce descanso en su camino,
conquista, avasalla, domina, tortura y vence a todos los débiles que encuentra a su
paso.
En el Hades todos ríen, ya no sufren por el mundo humano porque ya no lo conocen,
porque ya lo han olvidado. Lo único que recuerdan es a Apolo y a su desgracia. Eso
si lo conocen bien, oyen a lo lejos sus gritos en la soledad, clavado a unos maderos
eternamente sufriendo.
Caronte regresa después de haber abandonado a Zeus en la otra orilla, su existencia se
extiende a pesar de que ya nadie le volverá a traer dos óbolos para pagar el viaje. El
mismo estigia se entristece en el momento en que los muertos llegan en manadas
hasta su oleaje, nunca podrán salir de él. Caronte regresa a la orilla mientras se
lamenta por la marea de almas que se precipitan dentro del mar de llamas, creen en
un infierno y aquí lo encuentran.
La túnica de Caronte empieza a oscurecer se y el mundo allá arriba ya no cree en
nada. La ciencia ha destripado la sabiduría, la naturaleza, la imaginación. El mundo
es tan solo un mercado de valores y apenas seis años dura la ingenuidad en los
infantes. Una sonrisa parece brillar bajo la túnica del barquero del Estigia, al fin
parece que aquel ciclo tenebroso que empezó con la muerte de un sátiro, empieza a
acabar se. Pues bien sabe el humo que algún día volverá a arder