(- Inspirado en "El Horror de Dunwich", H.P. Lovecraft - )
El ruido incesante proveniente de aquellas infernales aves lo hizo estremecer. La noche se cerraba
perpetua sobre el abismo que había escogido como escondite, y un viento gélido plagado de aromas
extraños perturbaba su mente. Aún aturdido por los últimos y terribles acontecimientos que habían
trastornado para siempre su tranquilidad, intentó cerrar los ojos y descansar mientras le fuera
posible, quizás así podría ordenar sus ideas y recobrar fuerzas para enfrentar el incierto futuro que
se desplegaba ante él. Pero estaba aterrado. Era apenas un niño de escasos años, y se encontraba
sólo, perdido en un mundo que no le pertenecía. Aunque intentaba por todos sus medios
controlarse, el miedo lo invadía y lo sumergía en un laberinto de pesadillas y horror. Nunca en su
vida había sentido tanta desolación.
A pesar del frío imperante que lo atravesaba por completo, el cansancio provocado por la confusión
de las últimas horas no tardó en vencerlo. Por fortuna, dentro de su terrible situación, el mundo
onírico en el que siempre se había refugiado no lo abandonó, y no obstante el miedo y la angustia
que sentía, sus sueños estuvieron plagados de alegría y recuerdos familiares. Su madre, la del
blanco cabello, junto a él, sonriéndole; su hermano mellizo, su gran compañero, hablándole hasta el
amanecer de insondables secretos y un futuro portentoso; su abuelo, un hombre duro y tosco, que
sin embargo se empeñó toda su vida en entregarle a él y a su hermano, ese antiguo conocimiento
que les permitiría un día imponerse ante el mundo. El olor inconfundible de su hogar infantil
inundaba todas las visiones en aquella irrealidad de proyecciones mentales y recuerdos felices. Sin
duda no hubiera querido despertar jamás de aquel idílico refugio inexistente, pero los ruidos de esas
espantosas aves que chillaban sobre él, terminaron por arrebatarle el último instante de paz al que
infructuosamente se aferraba.
A pesar de que aquellos pájaros emitían unos graznidos horrorosos, gracias a su fino oído pudo, sin
embargo, distinguir un sonido que congeló su alma: eran pasos. Pero aquellos pasos no eran
terribles en sí, pues se trataba solamente de pisadas de hombres que avanzaban cerca de la colina.
Fue "aquel presentimiento", un instinto heredado de lo incomprensible, lo que le alertó sobre el
peligro que esto significaba en ese instante, en su situación. Como pudo se desplazó hacia la boca
de la abertura que conectaba su profundo escondite con las verdes laderas de la colina; una vez allí,
sólo pensó en huir y buscar auxilio.
Aquellos hombres aún se encontraban a una distancia importante de él. Rápidamente subió a la
cima de la colina, hacia la antigua piedra donde, según le había dicho su abuelo, podría recibir toda
la ayuda necesaria, si alguna vez se encontraba en peligro.
Pero los hombres representaban una amenaza para él, y ya subían por la pendiente de la colina,
avanzando a pasos agigantados. El nerviosismo impedía que pudiera concentrarse en pedir socorro,
y constantemente debía dirigir sus miradas hacia la ladera, por donde el horror ascendía implacable.
Los hombres finalmente lo alcanzaron. Eran tres, y avanzaban con cierto temor y a tientas hacia
donde estaba él. Sin entender muy bien cómo, sabía que ellos habían ido a matarlo.
A pesar de ser un niño aún, logro vencer todos sus temores, y con infantil desatino, arremetió contra
ellos, enfrentándolos. Al notar su presencia, uno de los hombres lanzó algo extraño contra el
barroso y resbaladizo suelo; esa cosa, al contacto con el suelo, explotó y se diseminó por todo el
entorno. Fue infernal. Instantáneamente una nube polvorienta y urticante lo envolvió, atrapándolo
en una abominable pesadilla espanto. Apenas era capaz de tolerar el dolor que aquel maldito polvo
le provocaba en su delicada piel. Sólo quiso salir de ahí, huir. Ni siquiera era consciente de que
hasta ese momento, él había sido invisible a los ojos de sus victimarios.
Su sufrimiento, sin embargo, parecía haber enardecido a sus despiadados atacantes, quienes al verlo
por fin, y sin darle tregua, comenzaron a recitar una salmodia incesante de palabras que laceraban
su ser. Sentía que las fuerzas lo abandonaban por completo, que se derrumbaba sobre sí mismo,
sucumbiendo ante esa danza de horrores abismales y blasfemos que atormentaban su alma. Los
asesinos parecían gozar de su tortura.
El cielo de pronto se oscureció; un vórtice de viento denso y oscuro comenzó a abrirse sobre él,
mientras los tres hombres, alzando los brazos, continuaban aquel derroche de palabras incesantes y
recurrentes, una y otra vez, con sádico desdén. A cada momento sus voces se elevaban más, más
alto, con más fuerza, ya casi gritaban, sin dejar de repetir esas demoníacas frases que lo quemaban
vivo.
El cielo tomó un color tenebroso, a veces negro, a veces violeta. Un relámpago que salió desde el
vórtice espectral que se cernía sobre el lugar, hizo que las bandadas de esas malditas aves
reventaran en gritos y aullidos demoníacos.
Mientras él intentaba recobrarse de la criminal embestida de los hombres, un nuevo relámpago, aún
más impresionante que el otro, se dejó caer sobre la piedra que le había servido de esperanza por
algunos instantes, y un vapor brumoso y fétido invadió toda la cima del pequeño monte.
Desesperado y asustado, abrió la boca y dejó escapar un escalofriante grito de miedo y dolor.
Sus verdugos, no obstante lo pavoroso de la situación, no detuvieron sus cánticos y conjuros
tenebrosos. Con aun más fuerzas que antes repetían su insana salmodia, y agitaban los brazos con
renovado e infernal frenesí. No se detuvieron ni siquiera cuando el terror se instaló en sus rostros al
escuchar unas abominables palabras, provenientes de una indescriptible voz, que retumbó como un
trueno en medio de aquel vórtice de las tinieblas.
Él, sin embargo, ya no tenía fuerzas para resistir más. Si. Aquellos criminales finalmente
triunfarían, y sin importar si era un niño aún, sus cortos años serían mutilados y esparcidos por
aquella verde colina, la misma que tanto había amado su familia. Familia, qué lejos sonaba todo
aquello ahora. Años atrás su madre había fallecido, jamás supo como. Luego su abuelo… ¿Y dónde
había ido su hermano, su gran compañero? Salió un día, y no regresó jamás. Pero ya nunca lo
sabría. Ahora la vida se le iba, en manos de esos hombres, sus asesinos, sin que ya nadie pudiera
hacer algo por salvarle. Elevó sus ojos hacia las violáceas tinieblas que emergían desde aquel
extraño vórtice, y con un último aliento de vida, lanzó un último y desesperado grito de auxilio,
apenas instantes antes de que su infantil existencia se perdiera tras un estallido de caos abismal:
"Eh-ya-ya-ya-yahaah-e'yayayayaaaa... ngh'aaaaa... ngh'aa h'yuh...
¡SOCORRO! ¡SOCORRO!... pp-pp-pp-¡PADRE! ¡PADRE! ¡YOG-SOTHOTH!"
***
H.R. Lara
Llamamos horrores a todas aquellas cosas que consideramos bestiales, sólo por obedecer a su
propia naturaleza, una naturaleza que no comprendemos ni alcanzamos a vislumbrar. ¿Son acaso
culpables de seguir sus propias leyes?
El ruido incesante proveniente de aquellas infernales aves lo hizo estremecer. La noche se cerraba
perpetua sobre el abismo que había escogido como escondite, y un viento gélido plagado de aromas
extraños perturbaba su mente. Aún aturdido por los últimos y terribles acontecimientos que habían
trastornado para siempre su tranquilidad, intentó cerrar los ojos y descansar mientras le fuera
posible, quizás así podría ordenar sus ideas y recobrar fuerzas para enfrentar el incierto futuro que
se desplegaba ante él. Pero estaba aterrado. Era apenas un niño de escasos años, y se encontraba
sólo, perdido en un mundo que no le pertenecía. Aunque intentaba por todos sus medios
controlarse, el miedo lo invadía y lo sumergía en un laberinto de pesadillas y horror. Nunca en su
vida había sentido tanta desolación.
A pesar del frío imperante que lo atravesaba por completo, el cansancio provocado por la confusión
de las últimas horas no tardó en vencerlo. Por fortuna, dentro de su terrible situación, el mundo
onírico en el que siempre se había refugiado no lo abandonó, y no obstante el miedo y la angustia
que sentía, sus sueños estuvieron plagados de alegría y recuerdos familiares. Su madre, la del
blanco cabello, junto a él, sonriéndole; su hermano mellizo, su gran compañero, hablándole hasta el
amanecer de insondables secretos y un futuro portentoso; su abuelo, un hombre duro y tosco, que
sin embargo se empeñó toda su vida en entregarle a él y a su hermano, ese antiguo conocimiento
que les permitiría un día imponerse ante el mundo. El olor inconfundible de su hogar infantil
inundaba todas las visiones en aquella irrealidad de proyecciones mentales y recuerdos felices. Sin
duda no hubiera querido despertar jamás de aquel idílico refugio inexistente, pero los ruidos de esas
espantosas aves que chillaban sobre él, terminaron por arrebatarle el último instante de paz al que
infructuosamente se aferraba.
A pesar de que aquellos pájaros emitían unos graznidos horrorosos, gracias a su fino oído pudo, sin
embargo, distinguir un sonido que congeló su alma: eran pasos. Pero aquellos pasos no eran
terribles en sí, pues se trataba solamente de pisadas de hombres que avanzaban cerca de la colina.
Fue "aquel presentimiento", un instinto heredado de lo incomprensible, lo que le alertó sobre el
peligro que esto significaba en ese instante, en su situación. Como pudo se desplazó hacia la boca
de la abertura que conectaba su profundo escondite con las verdes laderas de la colina; una vez allí,
sólo pensó en huir y buscar auxilio.
Aquellos hombres aún se encontraban a una distancia importante de él. Rápidamente subió a la
cima de la colina, hacia la antigua piedra donde, según le había dicho su abuelo, podría recibir toda
la ayuda necesaria, si alguna vez se encontraba en peligro.
Pero los hombres representaban una amenaza para él, y ya subían por la pendiente de la colina,
avanzando a pasos agigantados. El nerviosismo impedía que pudiera concentrarse en pedir socorro,
y constantemente debía dirigir sus miradas hacia la ladera, por donde el horror ascendía implacable.
Los hombres finalmente lo alcanzaron. Eran tres, y avanzaban con cierto temor y a tientas hacia
donde estaba él. Sin entender muy bien cómo, sabía que ellos habían ido a matarlo.
A pesar de ser un niño aún, logro vencer todos sus temores, y con infantil desatino, arremetió contra
ellos, enfrentándolos. Al notar su presencia, uno de los hombres lanzó algo extraño contra el
barroso y resbaladizo suelo; esa cosa, al contacto con el suelo, explotó y se diseminó por todo el
entorno. Fue infernal. Instantáneamente una nube polvorienta y urticante lo envolvió, atrapándolo
en una abominable pesadilla espanto. Apenas era capaz de tolerar el dolor que aquel maldito polvo
le provocaba en su delicada piel. Sólo quiso salir de ahí, huir. Ni siquiera era consciente de que
hasta ese momento, él había sido invisible a los ojos de sus victimarios.
Su sufrimiento, sin embargo, parecía haber enardecido a sus despiadados atacantes, quienes al verlo
por fin, y sin darle tregua, comenzaron a recitar una salmodia incesante de palabras que laceraban
su ser. Sentía que las fuerzas lo abandonaban por completo, que se derrumbaba sobre sí mismo,
sucumbiendo ante esa danza de horrores abismales y blasfemos que atormentaban su alma. Los
asesinos parecían gozar de su tortura.
El cielo de pronto se oscureció; un vórtice de viento denso y oscuro comenzó a abrirse sobre él,
mientras los tres hombres, alzando los brazos, continuaban aquel derroche de palabras incesantes y
recurrentes, una y otra vez, con sádico desdén. A cada momento sus voces se elevaban más, más
alto, con más fuerza, ya casi gritaban, sin dejar de repetir esas demoníacas frases que lo quemaban
vivo.
El cielo tomó un color tenebroso, a veces negro, a veces violeta. Un relámpago que salió desde el
vórtice espectral que se cernía sobre el lugar, hizo que las bandadas de esas malditas aves
reventaran en gritos y aullidos demoníacos.
Mientras él intentaba recobrarse de la criminal embestida de los hombres, un nuevo relámpago, aún
más impresionante que el otro, se dejó caer sobre la piedra que le había servido de esperanza por
algunos instantes, y un vapor brumoso y fétido invadió toda la cima del pequeño monte.
Desesperado y asustado, abrió la boca y dejó escapar un escalofriante grito de miedo y dolor.
Sus verdugos, no obstante lo pavoroso de la situación, no detuvieron sus cánticos y conjuros
tenebrosos. Con aun más fuerzas que antes repetían su insana salmodia, y agitaban los brazos con
renovado e infernal frenesí. No se detuvieron ni siquiera cuando el terror se instaló en sus rostros al
escuchar unas abominables palabras, provenientes de una indescriptible voz, que retumbó como un
trueno en medio de aquel vórtice de las tinieblas.
Él, sin embargo, ya no tenía fuerzas para resistir más. Si. Aquellos criminales finalmente
triunfarían, y sin importar si era un niño aún, sus cortos años serían mutilados y esparcidos por
aquella verde colina, la misma que tanto había amado su familia. Familia, qué lejos sonaba todo
aquello ahora. Años atrás su madre había fallecido, jamás supo como. Luego su abuelo… ¿Y dónde
había ido su hermano, su gran compañero? Salió un día, y no regresó jamás. Pero ya nunca lo
sabría. Ahora la vida se le iba, en manos de esos hombres, sus asesinos, sin que ya nadie pudiera
hacer algo por salvarle. Elevó sus ojos hacia las violáceas tinieblas que emergían desde aquel
extraño vórtice, y con un último aliento de vida, lanzó un último y desesperado grito de auxilio,
apenas instantes antes de que su infantil existencia se perdiera tras un estallido de caos abismal:
"Eh-ya-ya-ya-yahaah-e'yayayayaaaa... ngh'aaaaa... ngh'aa h'yuh...
¡SOCORRO! ¡SOCORRO!... pp-pp-pp-¡PADRE! ¡PADRE! ¡YOG-SOTHOTH!"
***
H.R. Lara
Llamamos horrores a todas aquellas cosas que consideramos bestiales, sólo por obedecer a su
propia naturaleza, una naturaleza que no comprendemos ni alcanzamos a vislumbrar. ¿Son acaso
culpables de seguir sus propias leyes?
Lo he intentado leer, pero si va de niños muriendo, paso, que estoy muy sensible y luego tengo pesadillas... Besos desde Sant Feliu de Codines.
ResponderEliminarNo, no va de niños muriendo, exactamente... Este niño no es exactamente lo que un ser humano podría definir como "niño"... Leíste "El Horror de Dunwich" de H.P.Lovecraft??? Si no lo has leído no le vas a encontrar sentido alguno.
ResponderEliminarCreo que en el título se aclara que está inspirado en esa historia, donde "no hay niños humanos" muriendo...
jejeje, bien puntualizado Helena, yo no sabia como decir lo sin reventar la historia. Te agradezco mucho de nuevo la historia, realmente me encantó y me divirtió mucho.
ResponderEliminarGracias Kaoth.
ResponderEliminarLes invito de todos modos a pasarse por mi blog.
http://escritososcuros.blogspot.com
Hail Cthulhu!