jueves, 29 de abril de 2010

Diario de Abordo (final)

El diario de H.


-ocho y cinco("buenos días, soy Carlos Gimeno, voy a substituir unos días a la
profesora María Teresa. Estará unos días hospitalizada, tuvo un pequeño problema
respiratorio")no hospitalizan a nadie varios días por un pequeño problema
respiratorio.
-doce cincuenta("¿Como que te encuentras mal? seguro que hoy tenías un examen
y me estas mintiendo para escaquearte. Estas pálida la verdad, me extraña que quieras
ir al hospital, pero espero por tu bien que realmente tengas apendicitis. Odio coger el
coche a estas horas por Madrid")temed al amor, incluso el maternal puede llegar a ser
pavoroso,
-trece veinticinco("¿Y ahora que quieres que te diga? me engañas, me sacas del
trabajo, me haces venir al hospital con el alma en un puño por si la enana tiene el
estomago del reves y encima ni me puedo quejar porque ha sido para visitar a una
profesora que le dio un infarto")claro, visitar la profesora. No es por dejar mañana en
ridículo al sustituto de química, bueno debería estar contenta de tener una hija tan
altruista.
-quince y quince... tengo que escribir tranquilamente lo que acaba de pasar. Si es
verdad lo que dice la de química y no es que se merece una butaca en el psiquiátrico,
no entiendo nada de todo esto. No parecía estar loca, tengo que leer lo de esa carpeta
y tengo que enseñarle las crónicas de Llophalath.
No se si prefiero que este ella loca o que me vuelva a mi.
-diecinueve y treinta... el sudor me empapa por completo la camiseta y los
ultimos coleteos de los recuerdos del sueño se desvanecen en estas lineas. Kir-hom
me perseguía y yo la alejaba de La Ciudad convertida en agua en punto de ebullición
recorría los corrientes de los canales. Fui hasta el laberinto alado. Kir-hom como un
vaho húmedo y gélido me perseguía por encima de los canales, al llegar a la orilla se
detuvo en seco. Se transformó y a pesar de que había visto miles de sus
metamorfosis, esta me aterró. Me deslizaba entre las raíces de los prados y ella
caminaba tranquila esperando a que saliera.
Ahora recuerdo mirar hacía arriba y reconocer mi cuerpo de la vigilia donde debía
estar la nada que todo lo devora.
LAS CRONICAS DE LLOPHALATH
Desperté de nuevo, mis pies sangraban sobre las púas que formaban el monte.
Algunos pétalos de rosa negra aun se desprendían de mi piel como si fueran gotas de
un lago. En mitad del lago la mujer que me había acompañado durante toda mi
inconsciencia, la misma a la que salve en mitad de las tabernas, la misma que
recuerdo del mundo lejano, nadaba plácida como adormecida por el opio. Intente
regresar a por ella, pero ella misma me alejaba del centro del lago tirándome olas de
pétalos.
Al final, después de miles de intentos comencé a descender. A cada paso que
daba, los pinchos atravesaban mi piel, las plantas de mis pies sangraban y con cada
gota de sangre un recuerdo renacía. El dolor del recuerdo y de la pisada desaparecían
cada vez que alzaba un pie, al instante siguiente un nuevo recuerdo, un nuevo dolor y
una nueva gota de sangre me devolvían mi consciencia.
Al llegar a las arenas rocosas que rodean el monte del lago de la rosa negra,
comprendí que acababa de comenzar mi camino y que debía encontrar a Kir-hom.
A mis espaldas estaba toda mi transformación y mi vida anterior en la aldea de la
ladera. En el fondo de mi alma, mientras trotaba por las llanuras desérticas
transformado en lobo de sombras, sabía que quedaba algo más que no conseguía
recordar. Algo que formaba parte de mi, algo que acompañaba mi respiración desde
otra parte de la existencia.
La noche cae, el desierto rojo amanece ante mis fauces y agotado por el viaje
caigo derrotado sobre la arena. Los recuerdos siguen atronando mi mente y ni tan
solo mi respiración se guarece en mi pecho. Tras varias vueltas mi lomo cae seco
sobre la punta de una duna un segundo antes de que esta se desmorone transformando
su manso oleaje en un huracán movedizo de arena carmesí.
Envuelto en la ira por el olvido, sabiendo que algo debía y no lo recordaba. Me
encontraba enjaulado en la arena al igual como mi mente se encontraba enjaulada en
la vuelta a la consciencia.
Debieron pasar días antes de que mi ira se calmase y comencé a recordar los
trucos de la consciencia. Toda la arena de mi alrededor era parte de mi consciencia y
por lo tanto de mi realidad, así que imite con mi estructura a la suya y me transforme
en fina arena carmesí. Aun mantenía la cantidad y las magnitudes de mi esencia
aunque hubiera cambiado la forma de su materia y por lo tanto su contenido.
Recordar que todo es, al fin y al cabo, la misma energía en una forma peculiar, me
ayudo para aceptar mi nuevo estado y buscar algún modo de moverme.
Fui deslizando mi arena pausadamente, hundiéndome hacia las cavernas que
descansan en las entrañas del desierto. En mi mente sentía las ondulaciones que los
sonidos creaban. Llegaban desde muy lejos y desde mi mismo. Cada materia emitía
un sonido y la unión de todos formaba la vibración de la existencia. Esa vibración era
la que me permitía moverme a mis anchas entre las mareas de arena del desierto,
finalmente me desgrane en una de las cavernas laberínticas de las entrañas de La
Ciudad.
Allí estaba Caronte esperándome, sentado sobre su barca y esta amarrada a un
lado del canal que cruzaba la caverna.
Ante la esencia más antigua que conocía no supe bien que decir, debía ir a algún
sitio pero no sabía a donde ni el porque. Así que empezamos a conversar.
Me contó que había estado signándome desde que me enfrenté con Kir-hom
("noté como te desvanecías, tu consciencia aun no estaba completa y estuviste a
punto de alimentar tu nada con tu esencia"). Navegábamos lentamente por el canal,
dejando que el curso del agua nos meciese. El humo de la pipa salía de debajo de la
capucha y sus palabras iban apareciendo lentamente en mi cabeza. Una vez ya
recuperados los recuerdos y con ellos completada la consciencia como individuo, tan
solo debía alimentarme debidamente de mi nada.
No entendía bien, pero una imagen cíclica y circular se presentaba en mi mente
mientras escuchaba las palabras. Al principio la imagen era un laberinto de energías
de distintos colores que como si fueran cometas se les iba apagando la cola mientras
se movían. Al mismo tiempo la cabeza del cometa perseguía la cola de cualquier otro
color alimentándose de esta mientras la apagaba. Cada instante que pasa te consumes,
y tu nada se alimenta de ello. Aliméntate tu de ella para mantener el ciclo
eternamente, así tu consciencia no necesitara separarse de tus recuerdos para formar
parte del principio de nuevo. Mientras iba oyendo su discurso, en mi mente una de las
luces se convirtió en un bebe y otra en la sombra del bebe. Esta era diminuta al lado
del cuerpo del recién nacido y este empezó a desarrollarse. A cada instante que el
bebe iba envejeciendo se iba haciendo más pequeño, sus facciones cambiaban, el pelo
nacía con la pubertad y la sombra había crecido de tamaño aun si ser tan grande como
el individuo. El tiempo pasaba y cada vez el cuerpo menguaba más y más deprisa. La
sombra en cambio cubría todo su cuerpo, desprendiéndose de chirridos y muecas que
nadie dudaría de que eran el miedo. Al final el cuerpo se convirtió en un punto de luz
en el centro de toda la sombra. La sombra fue siendo consumida lentamente hasta que
se volvió infinitamente pequeña al lado del punto de luz, que volvía a tener forma de
bebe, a pesar de que el bebe era distinto de la primera vez.
Entonces empecé a comprender y abriendo los labios por primera vez en años de
viaje que llevábamos con esta conversación, le pedí a Caronte que me llevara cerca
de Kir-hom.
Se que una sonrisa se dibujo entre el humo que se escondía en la capucha, se puso
de pie en el centro de la barca y comenzó a decir unas palabras mientras alzaba la
vara hacía el techo de la caverna. Los vientos empezaron a gritar a nuestro alrededor,
toda la realidad giraba más allá de la barca y un pasillo se abrió ante nosotros, por el
cual fuimos hasta las montañas aladas.
Los lomos de los grandes delfines tapaban el brillo cegador del techo de la
caverna. Bajo su vuelo un archipiélago de islotes flotantes rodaban lentamente. En
todos los lugares de La Ciudad se las conocía como las montañas aladas. La
naturaleza exuberante de aquellas islas era un gozo temible, muy pocos seres se
aventuraban a deslizarse cerca de ellas. Siempre ha habido quien dijese que eran las
defensas de los delfines para que nadie los molestase, y aunque nada en su naturaleza
fuese intrínsecamente peligroso, a partir de ciertas altura ninguna ley u orden se
escuchan claramente. Cualquier niño que haya crecido rodeado de cuentos, sabrá lo
peligroso que es aventurarse hasta allí.
Un par de pasos vacilantes en la espesa niebla y todos los pelos de su cuerpo se
erizaron. Hacia ya tiempo que había abandonado la forma humana aunque su cuerpo
recordaba vagamente a un neanderthal con hocico, no muy alto, encorvado, los dedos
que culminaban sus largas extremidades casi podían rasgar el suelo. En un instante su
lomo tenso acompaña el movimiento de cuatro patas saltando hacía un lado. Las
garras se hincan en el suelo, mientras la vista intenta atrapar por un instante el
electrizante huracán de calor que le ha rozado la frente. Un crujir suena en su espalda
mientras en una décima de segundo su piel se agrieta y deja escapar una infinidad de
haces de luz que se estiran y convulsionan mientras las cuatro patas continúan la
carrera. Apenas habían pasado dos segundos, su frente sangraba y aun no había tenido
tiempo de desperezar las alas ni de distinguir a su enemigo. Entonces oyó el latir,
distinto y alejado de un enemigo a su espalda, pero en frente suyo alejado y en
dirección opuesta veía a quien le había atacado. Sus patas traseras se hincaron en el
suelo para dar impulso al vuelo,la tensión de los haces despegó y chocó de nuevo
contra el suelo. Un nuevo viento huracanado lo repelió en su intento de huida. Notaba
el chirriar de las vibraciones golpearle cuando su ruta de escape tropezaba con alguno
de los embistes de ese enemigo, pero por mucho que lo intentara no se decidía a
alejarse. Sentía latir dentro de su pecho a la otra esencia, ya no estaba tan seguro de
que fuese un enemigo. Habían pasado horas y lo más que había echo era sollozar
cuando sentía que Llophalath se alejaba. Quizás era un rehén por si su enemigo no
conseguía doblegarlo. Llophalath intentaba pasar cerca de aquella otra sombra que ni
siquiera se apartaba cuando era golpeada por la primera. En estos golpes se ensañaba
especialmente embistiendo como una ráfaga de viento helado a los dos cuando se
encontraban muy cerca. A veces había unos instantes que parecía desaparecido, pero
solo era el reves del siguiente golpe, el silencio de la siguiente explosión. De todas las
maneras en que Llophalath intentó contestar a los golpes, esquivar era el método más
acertado. Al cabo de un tiempo comprendió que la mejor forma de esquivar los
golpes seria no teniendo cuerpo.
La batalla cambio completamente, una cantidad infinita de átomos intentaban
manejar como un titiritero la energía incontrolada de su enemigo. Uno a uno fue
moviendo todas las moléculas de aire como si de un gigantesco rompecabezas se
tratara. Al fin en una embestida aciaga de su rival se quedó atrapado en un agujero de
vació, donde el movimiento desaparecía. Quedo suspendido en el aire, y Llophalath
lo contemplaba extrañado desde cada uno de los átomos que componían su ser.
Una explosión de fuerza y rabia era su enemigo, no tenía forma y prácticamente
tampoco tenía materia, era odio y movimiento en estado casi puro. Al caer en la
trampa de vació, al quedar limitado por la falta de espacio, tan solo quedo un chirrido
sordo y una bola de brillante oscuridad suspendida en el centro del chirrido.
La extrañeza de Llophalath al mirarlo era por unas imágenes que explotaban y se
hinchaban dentro de la bola. Al verlas, a pesar de que no reconocía nada, sabía lo que
estaba sucediendo y lo que iba a suceder. Las imágenes conocidas se marchitaban y
se convertían en escenas de odio que le entristecían. No las recordaba pero las
entendía.
Unos sollozos anegaban su alma, y veía envejecer gente que recordaba haber
conocido. Nueva gente nacía y moría y así sucesivamente las ideas se fueron
aglutinando. Cuando cayo en la cuenta, la bola chirriante seguía en el centro de su
enramada trampa, pero alrededor de su infinito campo de átomos algo se había
alzado. Fijó la atención de todos sus puntos de vista y llego a distinguir una gran
pared que se extendía de derecha a izquierda, al conseguir girar su punto de visión
vio otra pared igual, pero que un poco a su derecha daba a un largo pasillo. Las
dimensiones de las paredes eran colosales podían esconder en un par de pasos suyos a
todo un universo desplegado de átomos.
La metamorfosis de las paredes era dantesca, las caras envejecidas huesudas se
comían entre ellas, vomitaban ojos y la sangre goteaba inundando poco a poco los
pasillos.
Concentrada toda la energía de un universo de átomos, Llophalath empezó a
moverse lentamente hacía la bifurcación que había en el pasillo. Sintió pasar los días
mientras llegaba a la esquina más cercana. Caía, caía irremediablemente y a su
alrededor nada cambiaba. Las paredes seguían en la misma posición, pero el chirriar
del viento y la sensación de la gravedad eran inevitables y verdaderas. Un golpe seco
lo sacó de su sueño y notó como otra vez más el huracán hirviente le golpeaba.
Los montes alados se perdían en el infinito del cielo, en el suelo Llophalath
recibía un golpe detrás de otro sin moverse. Rebotaba inerte con cada golpe que
recibía y las piedras a su alrededor se convertían en fina arena de la dureza del dolor.
Llophalath no pensaba solo sufría. En las cavernas de su sufrimiento,
atemorizado, se encerraba en una idea lejana. Hacía mucho tiempo que ya había
vivido eso, el miedo lo apresaba y la rabia lo torturaba lo recordaba claramente.
Entonces las horas no pasaban porque siempre eran idénticas unas a las otras, igual
que ahora. La caverna anocheció y Llophalath seguía rebotando en el suelo tras cada
golpe de su enemigo. Lejos, allá arriba donde todo había empezado, sobre los montes
alados el sollozo de la otra sombra se hacía atronador.
Llophalath volvía a revivir instante por instante la rutina que llego a vaciarlo en
otra época, en otro lugar. Entonces recordó que también llegó un día en que escapó a
aquel dolor, a aquel miedo, a aquella rabia. En el deseo nace la rabia. En las
posesiones nace el miedo. Cuando el alma esta en calma el dolor solo es otra
sensación más de nuestro cuerpo y como tal debemos aceptarla. Llophalath aceptó el
dolor y se levanto del suelo.
Los golpes se convertían en caricias para su entendimiento ahora que ya no sentía
necesidad de devolverlos. Con las alas desplegadas se alzó hasta los mismísimos
montes alados, incluso Lobsang vio desde millares de distancia el surco que dejó en
el cielo, y no lo hubiese creído si no fuese parte de su sangre la que volaba a lo lejos.
Llophalath se acercaba tranquilamente hacía la sombra sollozante mientras esta
chirriaba cada vez más intentando moverse de un lado a otro. El huracán helado les
golpeaba a cada instante desde justo encima de sus cabezas, pero Llophalath
prácticamente ni sentía los golpes. El sollozo andante pataleaba de rabia y millones
de imágenes aberrantes poblaban su alrededor. Llophalath sonreía y soplando
suavemente hacía que las pesadillas visibles desaparecieran.
Llophalath tenía abrazada a una de sus sombras, que lloraba contra su hombro
mientras chirriaba maldiciones en contra de su benefactor, la otra continuaba
tercamente intentando atacarle, hasta que al fin se detuvo y se quedó mirándolos.
Bajo los sollozos la sombra empezó a tomar la forma del rostro de Llophalath
cuando era humano y joven, lloraba y maldecía por todo lo que nunca se atrevió a
hacer. Llophalath lo acurrucaba, la sombra había disminuido de tamaño, al ver esto la
rabia empezó a chirriar. Todo sentimiento y toda costumbre tienden a defender su
propia existencia por eso es tan complicado calmar a la rabia o alegrar al hastío. Un
viento huracanado separo a la pequeña sombra del regazo de Llophalath y voló a la
fuga lejos de los montes alados.
Al verlos Llophalath empezó a aspirar fuerte el aire y comenzó a volar detrás de
las sombras.
Al fin las sombras se unieron entonces reconoció Llophalath a su enemiga,
pensaba que pronto la encontraría pero por lo visto ya habían luchado.
Mientras aspiraba el rastro de Kir-hom, Llophalath iba aumentando en tamaño y
cambiando de forma. Cuando La ciudad amaneció un nuevo delfín surcaba los cielos
de la caverna nadando plácidamente.
EPILOGO
La telaraña plateada crispaba de un lado a otro de la sala. Bajo los reinos de su
cabellera, las ideas se agolpaban todas en una en su cabeza.
Siempre le preocupaba la mirada perdida de su hija, no seria realmente su madre si no
le torturase el dolor de su infanta, por eso no le hacía falta más de esa imaginación
casi histerica que poblaba su mente al despertar.
Era de esperar, cuando una mala costumbre no se pierde con el tiempo se termina
convirtiendo en una enfermedad, en una mania, en una locura, pero no veía nada
malo en aquellos cuentos cada vez que distraidamente espiaba su diario. Estaba claro
que solo faltaba un detonante. Una figura extraña pero respetable.
Vueltas y vueltas daban sus pies alrededor del salón, las llaves sonaron en la puerta,
el codo apoyado en el alféizar y el humo del cigarrillo acompañaban la mirada hacía
los pies que entran, hacía los pies que andan, hacia los pies que pasan y no paran
hasta llegar a la habitación contigua, donde el sonido de una puerta y el de un cerrojo
concluyen la sonata que tanto se había hecho esperar. El silencio otorga la razón y la
pena la acompaña a la calle.
Horas más tarde, el coche derrapa bajo la lluvia igual que las lagrimas tras la mirada.
Es su hija y tiene derecho a cuidarla, no puede perderla asi. Al aparcar, en su cabeza
aun no entiende que va a decir, el calor del cigarrillo acompaña a sus pasos
temblorosos hacía un portal desconocido, la voz a través del telefonillo la invita a
subir y su corazón parte en carrera bajo su pecho que no para de agitarse.
Tiene que entenderlo, no puede hacerle eso a mi hija. Siempre ha tenido problemas,
siempre me ha preocupado esa mirada sarcástica y melancólica con la que critica y
destroza su día a día. No necesita que una profesora con alzhéimer le termine de
volver esquizofrénica. ¿Como puede decirle esas tonterías? y el caso es que
demuestra que hago bien mirando un poco su diario, si al menos me contara algo de
su vida. Cuando la sangre aun hierve y el rostro se gira impresionado ante cualquier
fenómeno de la naturaleza, el individuo busca movido por muchas mas razones que el
objeto en si de su búsqueda. El orgullo de haber encontrado, la victoria sobre el
miedo al conocer lo que hay bajo el tabú, el respeto ajeno de los demás, la virtud de
una vida dedicada a una meta conseguida, el placer de imaginar la manera y el logro,
todas esas razones y tantas más que a cada individuo hinchan el pecho al respirar nos
empujan hacia el dolor. Al final solo esta el individuo y la nada, descubrir que no
había tal búsqueda y morir. No quiero esa desdicha para mi hija. Unos pasos se
acercaron al otro lado de la puerta.
Al abrirse la puerta una sonrisa poblada de arrugas brillaba sobre esos ojos tan
conocidos, era la misma mirada, era el mismo rostro, incluso el aroma la llevaba
muchos años atrás, hasta una posada y un tazón humeante entre los sueños.
Los labios se separaron un poco y una voz terrenal y soñada, dijo:
-¿Aun recuerdas donde duermen los delfines?

5 comentarios:

  1. Ale, pues ya está, esta es mi novelita. Lo siento si se ha alargado mucho, a partir de ahora prometo unos cuantos cuentos y poemas que se puedan leer en menos de cinco minutos. Hasta pronto

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  2. No me la podré aprendre, però com molaria gravar-me a foc aquestes frases (igual per a un tatuage):
    "El orgullo de haber encontrado la victoria sobre el miedo, al conocer lo que hay bajo el tabú, el respeto ajeno de los demás, la virtud de
    una vida dedicada a una meta conseguida, el placer de imaginar la manera y el logro,
    todas esas razones y tantas más que a cada individuo hinchan el pecho al respirar nos
    empujan hacia el dolor. Al final solo está el individuo y la nada, descubrir que no
    había tal búsqueda y morir."

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  3. jeje, gracias a mi tambien me encanta ese verso (para mi es un verso aunque no este enrimado) por cierto pedí una copia para poder corregir sobre algun sitio, cuando la reciba te vienes a comer un día y te la quedas una temporada, si te apetece

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  4. SIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII, SIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII,SIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII.
    Porque leerla así es un poco rallada, rojo sobre negro cansa un poco mi vista, creo.
    Weno, pues cuando la tengas avísa'm.

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