sábado, 17 de abril de 2010

En La Ciudad: El primer principio (segunda parte de diario de abordo)

                               EN LA CIUDAD


         El primer principio

Sentado ante los ventanales abiertos del oscuro comedor, las horas se deslizaban
lánguidamente entre bostezos y largos silencios. Un extraño calor imbuía el ambiente,
y abajo en la calle debía notarse mucho más. La tarde poco a poco se había ido
apagando tempranamente ante unas nubes negruzcas que avanzaban ensombreciendo
la ladera. En el empedrado de la plaza un perro sarnoso se escondía bajo una
diminuta sombra, y el rascar de sus pulgas era el único sonido que deambulaba por la
aldea. Las nubes comenzaron a tomar formas amorfas, y en apenas unos instantes
toda la aldea se encontraba encerrada en la noche bajo el manto negruzco de aquellas
nubes. Eran las alimañas de Kir-hom de caza.
Un lobo de gigantesco tamaño, blanco como la nieve, apareció en la habitación de
un salto y después de mirar hacía los lados, se recostó sobre mi lado y me mordió en
el brazo. Mis amigos intentaron apartarlo de mi y él los lanzaba con sus sacudidas
hasta el otro lado de la casa. No dejaba que nadie se acercara a mi y de vez en cuando
me dirigía alguna mirada, que a pesar de que mi brazo sangrara por sus fauces, me
tranquilizaba.
Las nubes empezaron a perder su falsa forma, y miles de alimañas nocturnas
descendían en picado desde el cielo atronando con el batir de sus alas cada rincón de
la casa. A lo lejos parecían un enjambre o una nube de moscas ante el festín de un
cadáver, pero al abalanzarse sobre las ventanas sembraron de pesadillas nuestras
miradas. Casi conseguimos cerrar las ventanas a tiempo, pero entraron tres alimañas.
Revoloteando por la casa se lanzaban contra nosotros intentando envenenarnos.
Cuando un secuaz o un ser mitológico clava sus dientes sobre la piel humana, estos se
convierten en esclavos y mutan.
El lobo se abalanzó contra el techo de un salto, tragándose a una de las alimañas.
Yo, mirándolo desde el suelo, tan solo pude lanzar un quejido lastimoso cuando note
dos finos colmillos clavarse entre mis costillas, llegando hasta los pulmones, que
rápidamente comenzaron a llenarse de sangre. La sombra blanca rozo en un instante
como un rayo mi costado y de la alimaña tan solo quedó la herida en mi piel. Los
cristales de los ventanales chirriaban cuando un enjambre de alimañas las mordían
desde la calle. El lobo blanco empezó a bajar por las escaleras tirándome del brazo
que había vuelto a morder, le seguí. Saltaba de un lado a otro, yo corría detrás de él.
No entendía como, pero veía como brillaba por dentro. Al mirar hacía el techo veía
las pisadas de mis amigos y a lo lejos las miles de sombras brillaban con tonos
azabaches. La respiración en mi pecho sonaba ronca, pero un chirrido ahogaba todos
los sonidos alrededor. Salía de las fauces del lobo y la realidad alrededor suyo se
modulaba de una manera que jamas había visto. Un túnel de esencia empezó a
rodearnos y la realidad a su alrededor desapareció, incluso el chirrido dejo de oírse.
Un instante después estábamos en los limites de las colinas corriendo hacía el final de
La Ciudad. El mar sangriento esperaba mas allá de las colinas fronterizas, intenté
avisar a la bestia pero antes de darme cuenta ya estábamos saltando. El chirrido
volvió a dominar todos los ruidos del alrededor y el tubo de esencia nos acogió en su
seno antes de que la lava verdosa del mar sangriento consiguiera tocarnos.
Cuando el aliento empezó a relajarse entre mis labios, abrí los ojos y mire a mi
alrededor. Recuerdo claramente la sonrisa de un hombre muy viejo que tenía todo su
cuerpo cubierto de pelo, debía sonreír por mi cara absorta e incrédula. Me encontraba
al lado de lo que había sido la bestia, en medio de un canal muy ancho pero de muy
poco cauce. Mire al cielo y tope con el techo de la caverna, completamente pintado
de mil colores azulados y verdosos, que se iban tiñendo suavemente de un negro
luminoso por donde correteaban unas inquietas venas amarillas. Cuando volví a
mirar, toda la imagen del techo había cambiado. Donde el canal terminaba, aparecían
montones de pequeñas tabernas iluminadas por miles de tinajas que despedían rayos
de colores, de esas tinajas venía el espectáculo del techo. La música brotaba de
muchas maneras de entre todas las tabernas y los músicos de extraños tamaños
bailaban por las paredes, por los techos y las calles. Incluso alguno en mitad de un
agudo solo, conseguía que sus pies levitasen del suelo y volteaba por los aires como
una peonza. Era tan bella la visión de mi alrededor que no pude esperar ni un instante
en querer ir a la orilla a bailar con los estrambóticos músicos.
Con un gruñido me llamó mi guía(“Estamos huyendo, no pasando unas verbenas,
no llames la atención si no quieres terminar siendo un soñador de Ylihom”),creo que
leyó lo que estaba pensando. Se sentó en la orilla y cerro los ojos.
Salí corriendo hacía las tabernas, bailé entre los vientos acompañando con aullido
un solo gatuno que hacía un ser de luz informe. Eran tan bellos los seres que allí
encontré, veía imágenes de lo que sentían. Me quedé impresionado con los juegos de
una luz blanca que se puso a pensar conmigo. Me llevó por viejas montañas
buceando, me enseñó como la más insignificante de las casualidades se convierte en
causa única de la vida, me mostró como La Nada es la única fuerza que existe más
allá, y que en ella nace todo y que a ella todo vuelve. Un aullido lejano me señaló que
era hora de partir y un ultimo regalo me dieron. En una pequeña bola hueca de cristal,
como en un segundo, me enseñó que cabría la eternidad entera.
El aullido desde la orilla del canal, me indicó que ya era tarde. Sentía desde hacía
rato las palabras de mi guía, pero la música de las tabernas y sus suaves licores me
habían llevado al éxtasis en el cual ya no escuchaba a mi consciencia. El aullido fue
una llamada de advertencia, no estábamos jugando y mis responsabilidades volvieron
a tomar su lugar en mi camino. Fui corriendo hasta él, cuando llegué me erguí sobre
mis pies y caí en la cuenta de que ya no me sentía humano. Mi cuerpo había
evolucionado de una compleja manera, no llegue a entender el pelaje. Tampoco
comprendía la nueva gama de colores que sentía. Era el primer instante en que era
consciente de que estaba convirtiéndome en ser mitológico, como las bestias que
pueblan los cuentos de cama para infantes. Bondadosos o malvados siempre eran
protagonistas de viajes a los lagos subterráneos de la Ciudad o batallas contra dioses
antiguos o invasores. Ahora yo me estaba convirtiendo en uno y estaba
completamente bloqueado por una especie de nostalgia hacía mi antigua vida en el
Barrio Viejo de la aldea de la ladera.
Subimos a una barca destartalada muy espaciosa que contenía un dulce aroma a
hierbabuena. En la esquina contraria, sentado bajo un manto y una capucha se
encontraba el barquero. Su respiración larga y pausada se veía escenificada en el
humo de la pipa. Ante él mi guía se encontraba sentado como un aprendiz en
búsqueda de conocimiento, oía sus susurros pero no conseguí descifrar gran cosa, ya
que hablaban en versos de vientos. Tras una larga bocanada de humo, una mano muy
fina y huesuda cogió la pipa y alzose lentamente el ser oscuro que conducía la barca.
Era extremadamente alto, debía ser un ser muy antiguo, seguramente pasaba los dos
metros y medio. Su figura infundía temor al mirarla, era apenas una sombra
completamente vertical, en la que la piel pulcramente blanquecina resplandecía como
el platino. La capucha tapaba completamente su rostro y con una larga vara sujetada
por ambas manos, parecía la venganza de algún dios olvidado. Alzó su voz contra el
techo de la caverna y un fiero viento comenzó a soplar en todas las direcciones. La
barca giraba sin sentido y sin moverse del canal. Parecía como si todo girase
alrededor del barquero y cuando el viento ensordeció el grito, una pequeña luz
azulada resplandeció debajo de la capucha. El bastón se clavo bajo las aguas del canal
y toda la caverna se desvaneció convirtiéndose en un mural de destellos. El barquero
avivó la llama de la pipa y volvió a sentarse en la esquina de la barca. No pude evitar
preguntarle, sobre quien era, incluso quise preguntarle la edad, pero mi guía
recrimino mi desvergüenza ante un desconocido tan importante como el barquero del
canal. Una leve risa se oyó desde bajo la capucha y dijo:
- ¿ Llevas al pequeño a la escuela? Le ira bien, aun esta demasiado dormido para
comprender, ¿qué tiene nueve decenios?
- No que va, aun no ha cumplido el cuarto. Pero ya le ha intentado visitar Kirhom,
incluso le mordió un soldado de su ejercito y me da muy mala espina el asunto,
por eso he vuelto.- contesto mi guía con un profundo respeto hacía el anciano.
- Pero es un pequeño lobo como tu, aunque noto algo extraño bajo sus hombros,
¿Qué le sucedió?
- Sucedió que le dieron el segundo mordisco y aun no había germinado la
metamorfosis, creo que está mezclado con sangre de alimaña nocturna, por eso es
más importante aun que tenga una educación. Si Kir-hom le hablase, ahora mismo lo
convertiría en adepto de las sombras como mínimo y con su potencial, en un tiempo,
tendríamos otro enemigo.- no entendía nada de lo que hablaban, pero por respeto
espere en silencio.
- Bien pequeño, te deseo suerte en tu camino.- así concluyo el sonido de la voz
que se escondía bajo la capucha, pero otra voz sonó en mi cabeza y empezó a vaciar
lentamente algunas de las dudas que se escondían en mi cabeza.
Joven viajante, debes saber que mis ojos vacíos han visto deambular a todos los
grandes héroes y mitos que la historia de los humanos dio. Hace tiempo ya que
cumplí mi nonagésimo milenio, pero no es momento de que sepas mi historia que te
baste con saber que en antaño había quien me llamaba Caronte, el barquero del
Estigia. Antes debo hablarte acerca de la naturaleza de tu patria La Ciudad.
La Ciudad fue creada en antaño por unos viejos monjes. Estos habían perdido a
todos sus aprendices debido a una fuerte peste que asoló su monasterio, solo aquellos
que comprendían su naturaleza más allá de lo que la razón humana puede imaginar,
consiguieron sobrevivir a la enfermedad. Pero a pesar de que sobrevivieron,
comprendieron que su dinastía y sus conocimientos iban a morir para siempre.
Habían llegado a una comprensión tan profunda de la mente humana que conseguían
dominar la forma de los pensamientos. Eran capaces de dejar señales en el camino y
cuando cualquiera pasaba por la señal una imagen le inundaba la mente haciéndole
comprender el mensaje de la señal.
Entonces decidieron construir un plano a partir de sus pensamientos. La cuestión
era muy complicada, pues las leyes físicas del lugar debían soportar la existencia de
los muertos y permitir la entrada en la subconsciencia de los vivos. Uno a uno fueron
muriendo para poder construir desde el otro lado de la existencia y todos y cada uno
de ellos, al llegar ante mi barca rehusaron beber el agua del olvido y me pedían que
les llevase a lugares que yo no conocía. Mi magia me permite cruzar la existencia
hasta cualquier lugar, por lo tanto a pesar de que yo no lo conociese podía llevarlos,
debían superar una prueba para que yo accediese, ese era el trato. Todos y cada uno
de los monjes cruzaron a nado las aguas hirvientes del Estigia de donde las almas no
pueden salir. Realmente fue la única vez que me sorprendió el comportamiento de un
humano, parecía que fuesen dioses anteriores a mi existencia y el respeto que
infundaron sus acciones en mi, hizo que les llevase hasta el mar de llamas que rodea
la Ciudad. Cuando empece a comprender su propósito no pude hacer mas que
ayudarles. A pesar de que los hechos de los humanos no me atañen ni me importan, la
cruzada de aquellos sabios por proteger lo que más amaban me conmovió y creé los
canales que rodean la ciudad como regalo para ellos. Mediante la ciudad consiguieron
que sus conocimientos no se perdieran apareciendo en los sueños de seres humanos
que estaban despiertos ante los poderes de la mente. Lo curioso fue cuando seres
humanos que no habían sido llamados empezaron a aparecer en la Ciudad, comenzó a
crearse una población y el poder energético de la Ciudad se volvió inestimable. Por
eso algunos de los primeros aprendices de los sueños han empezado a tomar
posiciones acerca del futuro de la Ciudad, si alguna hermandad la dominara llegaría a
tener poderes realmente temibles en la vigilia humana. Por eso Lobsang intenta
llevarte a la Escuela, allí nadie intentara encaminarte hacía ningún bando, pero si te
enseñaran a evolucionar como ser, cuando estés preparado elige el camino que
desees. Yo soy completamente neutral acerca del futuro de los humanos,
prácticamente ni siquiera me atañe. Tendrás que llegar a comprender muy bien las
tres naturalezas que forman tu Yo y aprender a controlar sus errores. Pequeño lobo de
sombras hemos llegado al principio de tu camino, es hora de que desembarques.
Más allá del mar de lava que recubre la caverna, pasaba el ultimo canal
construido por Caronte al principio de los tiempos de la Ciudad. Sus aguas
finalizaban en la orilla de la escuela, en las mismas entrañas de el laberinto alado. Allí
no podía influir ninguna de las fuerzas que campan por la Ciudad, estaba más allá de
todo. Mi guía me contaba mientras caminábamos por los prados rojos, que la escuela
fue el segundo lugar de la Ciudad construido por los antiguos. Se dice que lo
construyeron para utilizarlo como puerto para sus seguidores y aprendices y para
poder volver ellos a la vigilia. Es extraño, dijo en silencio, pero no conozco a nadie
que haya podido encontrar a alguno de los cuatro primeros. Sería divertido poder
saber como lo hicieron.
Continuó con otras historias que ya oí a mi abuela cuando me dormía de pequeño,
la explanada cubierta de amapolas rojas llevaba hasta un inmenso sauce llorón. Debía
tener el tamaño de una montaña, sus ramas variaban de color entre purpúreos brillos.
El sauce era autentica luz física, condensada, echa en si misma sin fisuras ni partes.
Una vez dentro nos recibió una Natura cuyo cuerpo parecía un ciprés. Su voz solo
eran susurros de vientos que mecían las ramas que decoraba su serpenteante cuerpo.
Tras una señal a mi guía este se fue sin despedirse y la natura comenzó a hablarme
elevando las notas de los vientos a sonidos guturales(“este no es mi idioma pero lo
utilizare un tiempo hasta que entiendas mi comunicación”).
Comenzamos a subir unas escaleras de crisálidas mientras me hacía entender que
iba a morir por un tiempo(“la muerte se acerca a tu vida, pero no aquí. Es hora de que
comiences a prepararte para cuando vayas a encontrarte con ella”)y que debía
entrenar a mis recuerdos si no quería perderlos todos en poco tiempo.
Recuerdos de otro mundo comenzaron a agolpar se sobre mi sombra, y me dolía
el pecho con solo intentar ordenar todas las vivencias. Mientras me desmayaba noté
como un dulce viento empezó a transportarme escaleras arriba tras la natura(“creías
que eras grande cuando viste tus colmillos, ¿tanto te aterra ahora sentir la inmensidad
de tu vida?")
Al despertar, un serpéntido me miraba a dos centímetros de mi cara. Estábamos
en un inmenso prado verde, a mi derecha, de un pozo muy estrecho subía una
escalinata que terminaba en el césped. A lo lejos, la natura, descansaba con los pies
enraizados en el suelo. El serpéntido se alargo sobre su vientre y mirándome desde
casi un metro de altura no acertaba a preguntar. Empezaba frases, se callaba, se
retorcía y volvía a mirar extrañado. Hacía ya algún tiempo que me había despertado
pero el cielo no cambiaba, se encontraba en un eterno amanecer que decoraba las
cumbres de las montañas con olas cromáticas de nubes. El serpéntido, asustado de
mí, se lanzo contra el tronco de un árbol y reptando suavemente entre las ramas, se
posó en la copa haciéndose una cama con su propio cuerpo. Recuerdo que una sonrisa
comenzaba a brotar mientras miraba a mi alrededor, cuando de repente todo se sumió
en la oscuridad. Los sonidos chirriantes empezaron a invadirme, la industrialidad de
sus ritmos latía en mis venas produciéndome pequeños espasmos, mi sangre se
emponzoñaba en mis venas con la languidez de las visiones que me encarcelaban en
la más vacua nada. Veía como la gente iba evolucionando desde ser unos niños
balbuceantes hasta que los pelos de sus narices se volvían grotescos, y con ellos mis
sentimientos también evolucionaban. Desde el amor más inocente terminaba cayendo
en el odio mas visceral, y era el mismo humano en distintas épocas el que provocaba
todo. Se que conocía a cada uno de aquellos individuos, pero es imposible que
recuerde de que o como los conocí. Ni siquiera me sentía yo mismo. No tenía
dominio de mi consciencia ni tampoco de mis decisiones, simplemente estaba allí
expectante ante los nuevos sentimientos que se agolpaban contra mi mente.
El odio dentro mío crecía sin cesar, quería salir de aquel lugar o de aquel vacío en
el que me encontraba. Solo quería olvidar todo ese dolor.
Entonces volvió a esclarecerse todo y vi como unas raíces soltaban mis pies
desnudos y se hundían en el césped. Todo seguía igual que antes, el serpéntido seguía
dormido sobre si mismo en lo alto de un árbol. La natura se acerco a mi, despacio, me
miraba de lejos. En sus susurros y en su cuerpo entendí que no debía huir, que no
debía escapar de aquello a lo que me debía enfrentar(“entiende que todos ellos,
también son algo de ti”). En aquel eterno amanecer, en aquel infinito prado
comprendí que la natura se comunicaba con imágenes y con lógica. Mis conclusiones
son sus argumentos, ella me lleva a verlos igual como si me lo dijese yo mismo.
Desde aquel momento jamas volví a oír el sonido gutural de la voz de la natura pues
había comprendido ya su comunicación. Bastante más tiempo me llevo comprender
que aquellos desconocidos también pasean con mi sangre por dentro mío. Al igual
que al universo no le es prescindible ninguna de sus partes, asimismo nosotros no
seriamos los mismos sin alguno de nuestros recuerdos por muy trágicos que estos
sean. Al final resultó que el universo era finito y que sus limites son las esquinas de
mi piel.
Comencé mi aprendizaje enfrentándome con todo lo que odiaba de mi, con todo
lo que deliberadamente había olvidado. Después, los limites de mi entendimiento se
destruyeron al comprender la falsedad de los conceptos. Desde la dualidad del
espacio-tiempo hasta las gamas cromáticas, todo solo son percepciones de mis
sentidos sesgadas por mi mente. Mientras las fronteras de los conceptos iban
desapareciendo de mi alma, los inagotables caminos del conocimiento se
multiplicaban ante mi mirada atónita al comprender que todo es real. O al menos tan
real como cualquier otra cosa.
Atardecía sobre el valle y unos pétalos fluorescentes caían desde las ramas de
todos los arboles. Caí en la cuenta de que realmente no estábamos en un valle ni tan
siquiera estaba atardeciendo. Estábamos dentro del árbol que vi al llegar, las escaleras
no nos condujeron a ningún lugar. El Bosque, que por todos lugares rodea al valle, es
en realidad la decoración natural de las paredes de la escuela. Bajo la lluvia de
pétalos, sentí el viento igual como en algún recuerdo había erizado mis brazos. Ese
viento y mis recuerdos eran iguales, no eran reales pero estremecían a mi alma. Y
repasando instante por instante lo que recuerdo consistente con mi vida y aquellos
recuerdos que nadan en el misterio, no logro encontrar diferencias entre ellos (”Aun
no he encontrado ningún cristal que tenga una sola cara”) a lo lejos la Natura me
miraba mientras sus palabras repicaron en mi cabeza.
La rabia hinchó mi pecho y unas venas azabaches comenzaron a brillar sobre mi
piel, salí al galope hacía la natura clamando por mi libertad y por mi derecho de
volver (no creo que supiese a donde, pero sabía que en algún lugar faltaba), de salir. A
cada galope una raíz desde las entrañas de la escuela se agarraba a mi cuerpo, apenas
diez zancadas después yacía tumbado en el suelo completamente momificado por las
raíces de la Natura(“¿Quieres salir? atraviesa el bosque. No son solo paredes, son los
limites de la materialidad de este mundo. Cuando volvamos a vernos te lo
explicare”). Y eso hice, o al menos lo intenté. Corrí, Corrí tanto como pude, siempre
en la misma dirección y el bosque no se aclaraba, era infinita su extensión dentro de
la escuela. Apenas había decidido dar marcha atrás( no sabía cuanto tiempo debía
llevar corriendo porque la más tétrica de las oscuridades sumía al bosque en un sueño
de silencio), tan solo dos pasos y me encontraba de nuevo en el valle de la escuela. A
lo lejos veía claramente a la Natura y como a su alrededor hacía crecer espinas
puntiagudas(“no pretendas volver ya sin tan siquiera haber intentado salir del bosque,
eres tan cobarde que tu propia oscuridad no te permite avanzar en ningún sentido ¿O
acaso comprendes algo de antes de que Lobsang te mordiese?”). Entonces sentí el
gran vació de mi existencia recordaba miles de anécdotas y de vivencias pero ninguna
me pertenecía. Eran tan dispares entre ellas, era tan incoherente aquel mundo gris e
industrial que me atormentaba cuando conseguía dormirme.¿Que es esto que crea
esta sombra en el suelo cuando tapa el sol?Solo soy yo, pero este ocaso que jamas
termina no es real, entonces esta sombra que ahora miro tampoco es real, luego solo
soy nada. Solo soy una existencia vacía de realidad. Volví la vista hacía el bosque que
rodeaba el valle y alce mi mirada hacía las copas de los arboles. Ningún árbol parecía
tener fin, pero no eran tan inmóviles como sus troncos, su frondosidad disminuía con
la altura a pesar de que no pudiese ver final en ellos. Trotando a cuatro patas dirigí
toda mi rabia contra ellos, a cada paso, en mi espalda notaba como latían unos
músculos mientras se separaban de su forma original. Se resquebrajo mi piel y unos
pequeños haces de luz, muy delgados y muy numerosos, salieron de entre mis
omóplatos. Tras el ultimo trote, justo antes de saltar contra el tronco, mis alas de luz
comenzaron a jugar de rama en rama propulsándome hacía los cielos. Mi mirada se
dirigía en una dirección, y en el mismo instante en que pensaba la rama próxima en
que tenía que sustentar mi salto, uno de los haces de luz se alargaba hasta la rama y
me propulsaba a través de ella.
Había pasado tanto tiempo saltando que ya no había ningún ocaso a mi alrededor,
solo mi propia luz me iluminaba y de los trillones de ramas que deben poblar el
bosque, muchas habían quedado atrás en mi paso. Algo electrifico mi mente, fue solo
un instante, pero fue suficiente para quedarme colgado y atónito. Fue una imagen
muy similar a los recuerdos incoherentes que tenía cuando meditaba. No conocía lo
que sentí, ni las formas, ni su comportamiento, pero sabía perfectamente todo lo que
había a mi alrededor como si fuera mi naturaleza propia. Recuerdo ver como el
autobús( una caja con ruedas llena de gente que se movía a una velocidad increíble)
se iba y como no me importaba a pesar de que debía ir yo en él.
Solo fue eso, un pestañeo, una invasión de algo que no soy yo y un instante
después volvía a estar en las ramas colgado, me balanceé un poco y volví a continuar
mi ascensión. El final se acercaba lentamente, no estaba llegando pero podía
ver( cosa que andando nunca pasó) como el alrededor cambiaba y como la
frondosidad de las ramas iba menguando. Y de repente otra vez la misma
incoherencia. Respire un par de veces y veía a mi alrededor una explanada yerma,
vacía, un edificio( gasolinera) grisáceo y sucio y la imperiosa necesidad de llorar y de
escapar. Conseguí volver a las ramas, a mi mundo real, y estaba cayendo. Me golpeé
repetidamente en la cabeza y en los brazos, al concentrarme en el dolor mis alas
formaron una telaraña que detuvo automáticamente mi caída. Con todo el cuerpo
magullado y el aliento volviendo poco a poco a mis pulmones empecé a pensar.
Cuando los recuerdos volvían a mi mientras meditaba eran inconexos, eran
irreales. Ahora cuando los recuerdos me inhiben exhibiéndose por encima de todos
mis sentidos son tal reales como este instante. Volví a comenzar mi ascensión, iba
paso a paso, sin ninguna prisa sabiendo ya lo que iba a encontrar. La respuesta
moraba al final de mi existencia.
Llevaba ya un rato subiendo lentamente y pensaba que lo de antes no iba a
repetirse, que tan solo había sido un extraño truco de la Natura para evitar que
continuara ascendiendo. La sensación volvió y esta vez me dio tiempo a aferrarme
bien a mi realidad. Estaba viviendo una dualidad como si a mi mente le perteneciesen
dos cuerpos distintos. Seguía ascendiendo poco a poco, mientras, al otro lado de mí
andaba preso del hastío y de la tristeza. Seguí subiendo controlando mis alas, poco a
poco, esforzándome por no perder ninguna de las visiones que se agolpaban en mi
cerebro. Las ramas comenzaron a transformarse en hilos eléctricos que chispeaban
entre ellos y al otro lado mi cuerpo ya no andaba. Tirado sobre un suelo vació, mi
respiración poco a poco iba desapareciendo y con ella, el hastío y la tristeza. Notaba
mis manos enfriarse, allá, en aquel lugar grisáceo. Y aquí ya no había más que
escalar, a mi alrededor todo lo que parecieron ser ramas se relacionaba entre si con
relámpagos eléctricos más veloces que una millonésima parte de un instante. Parecía
una bóveda eléctrica de destellos hilados y del otro lado cada vez sentía menos. A
cada instante las sensaciones de la dualidad fueron desapareciendo y la bóveda
eléctrica se heló, convirtiéndose en un manto de luz informe. Había vivido mi muerte
de alguna manera. El dolor y el sufrimiento me demostraron que aquel latir que se
había parado, también era motor de mis latidos, que aquella bóveda de luz gélida que
ahora dominaba todo el horizonte también era mi frontera. Apenas era yo dentro de
mi mismo y ante la Falta apareció la respuesta. Tan solo soy mi conciencia de mi
mismo. Y me lancé al vació sin miedo a caer y aterrice en el valle sin magulladuras ni
dolores. Posé mis pies sobre el fresco césped y comprendí que ese césped, que era tan
solo mi consciencia de mi alrededor, era real porque mi consciencia lo tomaba por tal.
Si jamas hubiese dejado de caer no existiría esta hierba que roza mi talón. Todo
aquello de lo que no soy consciente( como aquella gasolinera o aquel autobús que
apenas ni vi) no es real a pesar de que exista o no, no es parte de mi, no pertenece a
mi consciencia, no es mi realidad. Acaso jamas sepa que es la existencia, pero se qué
es mi realidad. La existencia de mi conciencia como individuo crea mi realidad y me
hace participe de ella.
Al levantar la vista de la brizna de hierba que rozaba mi talón vi a la Natura
acercándose hacia mi con un aura de felicidad que lo invadía todo, acercó sus labios a
los míos y apenas rozándolos sentí como me decía(“entonces ya puedes ir a donde te
plazca sin necesidad de huir. Ya no hace falta que hablemos sobre nada más”). Yo soy
La Ciudad dentro de mí. Comencé a bajar las escaleras que llevaban hasta la entrada
de la escuela y fui hasta la barca de Caronte que aun me esperaba en la orilla de la
escuela.
Al llegar a la barca le hice una gran reverencia a Caronte y él entre risas me
preguntó que a quien estaba saludando. Empece a comprender ya de veras y deseé
volver a las tabernas del gran canal y antes de que el silencio nos transportase le
pregunté por cuando había llegado(“aun no me había ido cuando ya habías vuelto”) y
me sonrojé al darme cuenta de que seguía hablando conmigo mismo dentro de mi.
El viaje fue rápido, atravesamos el espacio-tiempo hasta los canales donde por
primera vez nos encontramos, pero a pesar de ello aun nos dio tiempo para
conversar(“No pienses que eres el único en La Ciudad. Esto es un conjunto de
realidades distintas, todos y cada uno de los habitantes de La Ciudad, tanto los que
son conscientes como los oníricos son parte constitutiva de ella. Tu solo no podrías
crear ni mantener esta existencia, a pesar de que esta realidad eres tan solo tu. Creo
que aunque te duela la cabeza terminaras por asimilarlo.”)
Reconocía todo lo que había a mi alrededor, los distintos canales que me
rodeaban, los músicos, las tabernas, el agua de mil colores brillantes. Nada había
cambiado desde aquel día lejano en que llegue por primera vez aquí.
Sumido en forma de vapor paseaba entre aquellos en los que la felicidad reinaba.
El olor a aguardiente era inextinguible en cualquier lugar de las cavernas, pero a lo
lejos un aroma de odio eterno deambulaba por las callejuelas húmedas. Se paseaba,
su presencia era inextinguible, y ante ella una débil figura tropezaba entre toses. Los
recuerdos volvieron a la memoria y desde algún lugar paralelo y lejano la reconocí.
Lo único que me reunía con mi existencia estaba tambaleándose siendo presa del
miedo y la rabia. Ella estaba difuminada como si perteneciese a otro lugar y la
sombra se cernía sobre ella poco a poco. Era imposible que escapase porque desde
dentro de ella alimentaba a la sombra con sus tosidos. Seguramente ella no lo veía
pero las cadenas de la sombra la rodeaban por la cintura y las piernas evitando ya
toda posibilidad de huida. Me abalancé y rodeé a la sombra con mi conciencia. La
sombra también era yo, era mi odio, mi humanidad, mi tedio, mi hastío y todas esas
cosas que tenemos en común todas las personas que han sufrido. Alimente a mi
humanidad con mi ser, y a mis males con sus miedos y durante un instante
desaparecí.
...
Tan solo lograba recordar como desaparecía antes de llegar aquí. Abalanzarme
hacía una gran nada o quizás la gran nada se abalanzó sobre mi, pero de todos modos
no hay nada antes de eso. Bueno si, quizás si, queda un rostro, una mirada, un
recuerdo. Me alce de entre las arenas rojas que rodeaban mi cuerpo y comencé a dar
largos saltos. Mi cuerpo se alargaba convirtiéndose en el movimiento de una duna,
pasando a ser una ventisca que rozaba lejanas nubes. Y dando una pirueta entre los
vientos que yo era, descubrí al fondo de todo las panzas plateadas de los delfines
voladores. Eran preciosos, tan magnificos y sutiles, deslizándose eternamente hacía
su descanso. Cuando el salto empezó a decaer y los pies se acercaban a la arena más
de lo que la cabeza lo estaba del cielo, sumido en la letargia del olvido decidí
seguirlos hasta donde durmiesen...
...Donde no hay memoria, las razones nacen de los anhelos.

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